Gabriel García Márquez y el problema de la gramática

El escritor Gabriel García Márquez considera «natural» la reacción de los gramáticos, lingüistas y académicos a su discurso de Zacatecas ( Botella al mar para el dios de las palabras , EL PAÍS del pasado martes 8 de abril): «Sería absurdo que los que guardan la virginidad de la lengua estuvieran contra sí mismos. Pero la mayoría parece haber hablado sin conocer el texto completo de mi discurso, sino sólo fragmentos más o menos desfigurados en despachos de agencias. En todo caso es increíble que a la hora de la verdad hasta los más liberales sean tan conservadores».

Estos días hemos oído en muchas ocasiones que el escritor colombiano había pedido suprimir la gramática. Su discurso no lo dice.
«Dije que la gramática debería simplificarse, y este verbo, según el Diccionario de la Academia, significa 'hacer más sencilla, más fácil o menos complicada una cosa'. Pasando por alto el hecho de que esa definición dice tres veces lo mismo, es muy distinto lo que dije que lo que dicen que dije. También dije que humanicemos las leyes de la gramática. Y humanizar, según el mismo diccionario, tiene dos acepciones. La primera: 'hacer a alguien o algo humano, familiar o afable'. La segunda, en pronominal: 'Ablandarse, desenojarse, hacerse benigno'. «¿Dónde está el pecado?», se pregunta.

El siguiente punto de contestación a las palabras de García Márquez es el ortográfico. Parte del supuesto de que si a él le hiciesen un examen de gramática, le reprobarían «en toda línea».

«Además, mi ortografía me la corrigen los correctores de pruebas. Si fuera un hombre de mala fe diría que ésta es una demostración más de que la gramática no sirve para nada. Sin embargo la justicia es otra: si cometo pocos errores gramaticales es porque he aprendido a escribir leyendo al derecho y al revés a los autores que inventaron la literatura española y a los que siguen inventándola porque aprendieron con aquellos. No hay otra manera de aprender a escribir».

En toda la conversación, el Nobel de Literatura reivindica su papel de escritor y como tal, piensa «más en el sufrimiento de la gente que en la pureza del lenguaje».

«Por eso dije y repito que debería jubilarse la ortografía. Me refiero, por supuesto, a la ortografía vigente, como una consecuencia inmediata de la humanización general de la gramática. No dije que se elimine la letra hache, sino las haches rupestres. Es decir, las que nos vienen de la edad de piedra. No muchas otras, que todavía tienen algún sentido, o alguna función importante, como en la conformación del sonido che, que por fortuna desapareció como letra independiente».

Quizá el mayor escándalo se ha formado con sus propuestas respecto a las bes y las uves, y con los acentos.
Sobre las primeras, dice: «No faltan los cursis de salón o de radio y televisión que pronuncian la be y la ve como labiales o labidentales, al igual que en las otras letras romances. Pero nunca dije que se eliminara una de las dos, sino que señalé el caso con la esperanza de que se busque algún remedio para otro de los más grandes tormentos de la escuela. Tampoco dije que se eliminara la ge o la jota. Juan Ramón Jiménez reemplazó la ge por la jota, cuando sonaba como tal, y no sirvió de nada. Lo que sugerí es más difícil de hacer pero más necesario: que se firme un tratado de límites entre las dos para que se sepa dónde va cada una».

En cuanto los acentos, irónico, explica.

«Creo que lo más conservador que he dicho en mi vida fue lo que dije sobre ellos: pongamos más uso de razón en los acentos escritos . Como están hoy, con perdón de los señores puristas, no tienen ninguna lógica. Y lo único que se está logrando con estas leyes marciales es que los estudiantes odien el idioma».

García Márquez opina que los gramáticos y los escritores son oficios distintos. Su diferente dialéctica es la que ha generado el debate.

«La raíz de esta falsa polémica es que somos los escritores, y no los gramáticos y lingüistas, quienes tenemos el oficio feliz de enfrentarnos y embarrarnos con el lenguaje todos los días de nuestras vidas. Somos los que sufrimos con sus camisas de fuerza y cinturones de castidad. A veces nos asfixiamos, y nos salimos por la tangente con algo que parece arbitrario, o apelamos a la sabiduría callejera».

«Por ejemplo: he dicho en mi discurso que la palabra condoliente no existe. Existen el verbo condoler y el sustantivo doliente , que es el que recibe las condolencias . Pero los que las dan no tienen nombre. Yo lo resolví para mí en El General en su laberinto con una palabra sin inventar: condolientes . Se me ha reprochado también que en tres libros he usado la palabra átimo, que es italiana derivada del latín, pero que no pasó al castellano. Además, en mis últimos seis libros no he usado un sólo adverbio de modo terminado en mente, porque me parecen feos, largos y fáciles, y casi siempre que se eluden se encuentran formas bellas y originales».

El escritor, que está de excelente humor, concluye la conversación de un modo muy expresivo.

«El deber de los escritores no es conservar el lenguaje sino abrirle camino en la historia. Los gramáticos revientan de ira con nuestros desatinos pero los del siglo siguiente los recogen como genialidades de la lengua. De modo que tranquilos todos: no hay pleito. Nos vemos en el tercer milenio».

Y reitera sus palabras de Zacatecas: «Simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros».

Por una oscura calle


Nació en Tucacas, Falcón, Venezuela, 1940. Poeta, ensayista y académico. Profesor jubilado del Instituto de Investigaciones Literarias de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, del que fue su Director en dos oportunidades. Pertenece a la Academia de Mérida bajo la condición de Miembro de Número, y en su actual Junta Directiva se desempeña como bibliotecario. Fue Presidente de la Asociación de Escritores de Mérida.

PUBLICACIONES

Curso determinado (en colaboración con Juan Pintó, Maracaibo, Universidad del Zulia, LUZ, 1966), Constancia del amor y de la muerte (Maracaibo, LUZ, 1968), Tiempo y cauce (Mérida, DIGECEX ULA, 1984), Páramos en la memoria (Mérida, AEM, 1994), Persistencia (Caracas, Ediciones Contexto, Pen Club, 1997), Mantras y ofrendas (Mérida, ULA, 1998), Oficio de poeta (Mérida, ULA, 1999) y Álbum de Fraternidades (Mérida, 2000). En el ámbito del ensayo ha publicado: De Vallejo a Vallejo en la Ventana: Aproximación crítica a la obra poética de César Vallejo (Mérida, ULA, 1980) y Rafael Cadenas: vida y poesía (Maracaibo, LUZ, 1983). Sus ensayos, artículos y poemas han sido publicados en revistas literarias del país y del extranjero.


Por una calle oscura calle sin comienzo

quiero llegar al lago.

Descalzo,

sin memoria de mundo.

Tardaré muchas horas,

me alzarán torpes piedras

y en un minuto brusco

-cuando marullo y puño se confundan-

me sentiré sin piel, acometido.



Lúcida la muerte,

veloz la muerte como el agua.



Alba codiciada lentamente por los ojos muertos

desde siempre.



Desde un tiempo que no se memoriza

por divino y sediento

vengo acumulando

las palabras propicias

que destruyan mi muerte.



En vuestros ojos cabe

el río su muchedumbre de aves y raíces.



Y en las colinas

el amor

las casas

y las hierbas.



Yo la rosa

esclava de vientos y ciudades

sin corazón duro que la someta

sin luces para andar por los espacios

sola rosa sin aires

ni colores

como espuma

ya está en sus labios matiz arcángel de la

muerte.



A veces morirás

y será el comienzo de muchas muertes innecesarias.



Tus voces

-moradoras en todo-

abrirán sus puertas al silencio.



Y estarás mucho tiempo

contristado

calculando el peso de tus muertes.





abarcas el silencio

y volteas

consumido en polvo

con la boca tendida

a la impotencia.



Mi gruta

deja sin voz los pájaros

que por falta de campo para el vuelo

se estrellan en mi boca.



Y mientras

los pájaros erran

mi soledad cruje.

Mas el silencio

siempre inmensifica

todos los territorios de la muerte.



Parto de ti

y tú eliges el curso

tal es la luz

que nace

y crece

de tu cuerpo

tal es la boca única

que origina la vida.



Esta tarde

con estas claridades.

Al fondo los manzanos enfermos

y el viejo auto azul abandonado.

Miro

y siento

que nunca más habré

de recordarme

de mi origen

ni de las caminatas

por aquellas calles de Mérida

justo allí estalla mi muerte

y me esparzo feliz entre los pájaros.

Sobre Cenizas


Enrique Plata Ramírez. Nació en Maracaibo, Zulia (1959). Narrador, Doctor en Literatura (Summa Cum Laude) en la Universidad Complutense de Madrid (2004). Magíster en Literatura Iberoamericana y Licenciado en Letras (ULA), Profesor del Instituto de Investigaciones Literarias (Facultad de Humanidades, ULA). Con el cuento Quilitoño fue acreedor del I Premio de Cuentos «José Benedicto Monsalve» (Diario Frontera, Mérida, 1989), Finalista del Concurso del Cuento Zuliano. Maracaibo, 1987. Menciones en el Concurso Internacional de Cuentos «A quien pueda interesar» (Tamaulipas, México, 2000) en «IV Concurso Internacional de Relatos Jamais» (Sevilla—España, 2001), en Concurso de Cuentos «Casa Nacional del Teatro» (Santo Domingo, RD. 2001). Premio «I Concurso de Novela Corredor del Henares» (Torrejón de Ardoz, España, 2002). Finalista en II Concurso de Cuentos «Melpómene», Villa de Ingenio (Las Palmas Gran Canarias, España, Abril 2002), en I Concurso de Cuento Breve y Cuento Erótico (Alternativa Editorial, Galicia, 2002). Ya no estás más a mi lado corazón, recibió el Premio de Novela 2003, de la Asociación de Profesores de la ULA, Mérida, y Al acecho de la postmodernidad, Primer Premio de Ensayo 2004., de la Asociación de Profesores de la ULA.

Publicaciones

Nárvera: ¡Calores! (Mérida, 1988), Azares y otros cuentos (Mérida, 1997), «Tu cuerpo como la noche». En: Molto Vivace. Antología de Cuentos Musicales (Madrid, Páginas de Espuma, 2001), Actos de Magia (Madrid, ACL «Corredor del Henares», 2002), «Actos de Magia». En: Antología de cuentos inéditos 2 (Sevilla, Jamais, 2003). Harot: o la venganza de Polifemo (Mérida, Solar/ AEM, 1999) y Ya no estás más a mi lado, corazón (Mérida, APULA, 2004. Al acecho de la postmodernidad (Mérida, Asociación de Profesores de la ULA, 2005). Cuentos y cuentistas. Presencia de un nuevo lenguaje narrativo (Madrid, ACL «Corredor del Henares», 2003). Inéditos: Quilitoño, Los Regresos; Territorios Sagrados y otros espacios cercanos I y II; Yo no he visto a Linda, y Strike Cantado.


SOBRE CENIZAS

(fragmentos)




1

El teléfono repicaba furiosamente. Afuera caía una fuerte nevada que me mantenía escondido bajo las sabanas. Serían las dos o tres de la mañana y por nada del mundo quería levantarme a atender, seguramente se trataba de algún necio que llamaba para fastidiar. Me arropé hasta la cabeza y olvidándome del teléfono volví a quedarme dormido. Me levanté muy tarde, cerca del mediodía, monté la greca del café, me di un baño, preparé el desayuno y me dispuse a escuchar los mensajes. En un rato debería estar saliendo al trabajo. Afuera seguía nevando y supuse que muy pocas personas andarían pateando las calles madrileñas.

—¡Amor, sé que estás allí! –dijo una voz muy agitada, como si algo espantoso la persiguiera, o quizá, como si acabara de develar un terrible secreto– ¡he encontrado el umbral!... Esta misma noche lo traspasaré –reconocí la voz de Cecilia– trata de no demorarte, estaré del otro lado aguardándote... ¡Te amo negro! –Colgó. Sentí la excitación de su voz por aquel supuesto umbral que acababa de encontrar y juro que no alcancé a comprender nada de lo que decía.



2

Algunas veces tengo la sensación de que alguien me vigila. Es algo que me resulta muy incómodo, y de alguna manera indescriptible, por ejemplo, cuando sientes la mirada penetrante de alguien que por cualquier razón no cesa de mirarte desde un rincón o lugar que no alcanzas a descubrir. Otras veces siento como si un ser indefinible, etéreo, me observara permanentemente, como si yo habitara detrás de una gran pantalla cinematográfica y unos ojos –o muchos ojos, cientos de ojos, miles de ojos, los de todos los espectadores o curiosos– siguieran cada uno de mis pasos, de mis movimientos, por extraños y banales que parezcan. Esta sensación me escuece enormemente, y cierta angustia y temor me invaden al pensar que alguien ordena, desde alguna parte que no alcanzo a vislumbrar, cada uno de los actos que debo realizar, incluso, cada una de las palabras que debo decir, y más aterrador aún, mis pensamientos, como si existiera una fisura cerebral por medio de la cual ordenara todos mis actos.

Son esos los días en que me creo una marioneta movida por los más delgados hilos de la vida y anhelo encontrar un lugar remoto donde poder esconderme, pero aquella mirada implacable me persigue por todas partes, sin darme tregua, ni un mínimo descanso. Siento su pesada fuerza caer sobre mis hombros, como si el acto de la mirada me ajusticiara por algún crimen implacable. Soy Caín, acusado por todos, sin poder encontrar un lugar para esconderme y darle reposo a mis huesos. Quedo, entonces, plenamente a disposición de las parcas y muchas veces deseo que una de ellas corte el puto hilo y me deje caer al abismo de la nada.

Es una sensación terrible, de angustia y desasosiego, porque dudas de tu existencia, porque piensas si tú (yo en este caso) no eres el Otro (o no eres nadie), quien está detrás de la pantalla, o eres un ser de pacotilla, un figurín de una pantalla cualquiera. Del televisor o de una computadora, por ejemplo. Es cuando anhelo una calle larga, que sea la salida de estas regiones inverosímiles; una calle en donde pueda abandonar todo mi temor, mi espanto; una calle larga, muy larga, para echar a correr y que nadie pueda detenerme jamás; una calle larga que, paradójicamente y por alguna inexplicable razón, me atemoriza...

Resulta horrible esa sensación. Desesperante, porque te produce cierto escozor en alguna parte de ti. Es asqueroso sentirse vigilado, atado a unos actos y hechos que muchas veces no queremos realizar, que de cierta manera sabes que no son tuyos, que quisieras rechazar pero no puedes ¿Será que desde alguna dimensión otra, alguien, un dios o un humano, nos dicta las pautas que hemos de seguir durante toda nuestra vida? En alguna parte ha de existir una puerta o una ventana que sirva de conexión o de entrada a otro mundo, mundo de realidades y pesadillas angustiantes o de virtualidades agobiantes. Será una entrada secreta que permita acceder al más allá, por donde podremos huir, escapar. Sé que voy a encontrarla, seguramente al final de una calle muy larga.

Siete niños van corriendo por una calle larga, todos tienen miedo. La calle se vuelve un callejón sin salida y a mediodía, cuando alguien baja el interruptor, todo se torna oscuro, regresan las tinieblas, la medianoche se instala en los corazones y el vacío, reina. Ojalá tuviéramos otras razones para tener miedo. Siete niños corren por una calle muy larga...



3

Algunas veces nos toca representar papeles distintos a los nuestros. Yo, por ejemplo, en ocasiones he sido mi padre, mi hermano y mi propio rival. Tampoco le encuentro sentido el tener que representar nuestro propio drama, a fin de cuentas no es más que la forma de aflorar nuestras pulsiones, nuestros bajos instintos, nuestras pasiones.

Cuando soy mi padre y debo saltar por encima de él, mi rival me agrede, me escupe y suelta una sarta de idioteces. En ese instante me recojo sobre mí mismo y comienzo a soñar. El sueño siempre será una posibilidad de escape.

Aunque también puede resultar una pesadilla. De alguna manera, es la posibilidad inmediata que tengo de reencontrarme con Mariela.



Fecha: Marzo 10 de 2001 9:46:55 AM / De: "Mary"

mmariela@unicornios.com /Asunto: estás bien????? /

Para: "El DinosaurioRojo" eldinosauriorojo@dinosaurios.com /

Hola!!!!!



De nuevo apareciste en mis sueños. Estabas en tu casa, tenías una pierna rota, no podías caminar y por ello no me habías escrito, no sé cómo me enteré pero cuando lo supe decidí ir a visitarte. Llegué a tu casa con mi madre, mi hermana y una amiga, y estabas allí con tu pierna enyesada, recostado en un sofá, que se veía muy cómodo por cierto, con libros alrededor, y lo mejor, sonriendo y bromeando como siempre... Espero que todo esté bien. Besos y un caluroso abrazo. MM.



4

Nunca he creído mucho en eso de los sueños, que es como decir me importan un pito Freud, Jung, Lacán, y toda esa cuerda de pirados que se han dedicado al estudio de los sueños. De los sueños de otros, desde luego y nunca de los de ellos mismos.

Siempre ha habido un interés lúdico y morboso por abordar los espacios del otro, por transgredir sus ámbitos y violar sus territorios, sólo para achacarle a ese otro lo que no queremos ver en nosotros. En última instancia, si quisiera aceptar una especie de premonición o vainas de esas, prefiero la historia de José, el judío vendido por sus hermanos.

Debe ser bien jodido tener a un hermano narcisista, egocéntrico, que a cada rato te esté recordando que él es el elegido de Dios y uno que no pasa de ser un bolsa de mierda que ni siquiera el fulano diablo, Luzbel,Satán o como coños se llame, te preste atención y menos aún te invite a participar de su sublevación intergaláctica.

Es allí cuando te das cuenta que no eres nadie, que tu vida no vale una mierda y que los charros mexicanos tienen razón cuando comienzan con su llanto quejumbroso de si "No vale nada la vida, la vida no vale nadaaa...

Se empieza siempre llorando y así llorando se acaba..."

La vaina que producía cierta envidia con respecto a José, era que podía encontrar las claves ocultas en los sueños, claro siempre las claves que mandaba Dios, y ha de ser bien arrecho eso de estar recibiendo señales de Dios. Porque debe resultar del carajo llegar y decirle a la jeva que a uno le gusta: "¡Epale mujer, tú sabes que Dios, Nuestro Señor, me dijo que tú eras la jeva de mi vida..." Y mirarla después, directamente a los ojos, y ver para donde coge con esa pata hinchada. De puta madre debe ser todo aquello.

Sin embargo, más realistamente, creo que la mayoría de las veces los sueños sirven para esconder nuestros temores, nuestras frustraciones, nuestros deseos, y en algunas ocasiones para mostrar nuestros anhelos, nuestras ensoñaciones y nuestras carencias, desde luego. El mundo de los sueños es otro espacio del cual, si lográramos arribar adecuadamente, no regresaríamos, en el supuesto caso de que nos fuera favorable, o saldríamos pitando, si nos resultara tenebroso, terrorífico, horroroso, y cosas de esas.

Y es que debe ser bien jodido encontrarse al conde Drácula en uno de nuestros sueños. Y uno también con la pata enyesada para donde coge. A dar brincos en esa puta cama para que el coño loco vampiro no te muerda el cuello y evitar convertirte en un pálido inmortal, y cuando regresas, cuando vuelves a la oscura realidad de aquella noche de pesadillas, te encuentras con las bolas arrugadas y chiquititas, recogidas sobre sí mismas del puro espanto nomás.

—Los sueños, por cierto, son como las mujeres: imprevisibles. Tú sueñas una vaina y juras que significa tal cosa pero es lo contrario. Igual pasa con las mujeres, cuando te dicen que no es que sí. Nunca he podido comprender a ninguna mujer, eso sí, las prefiero a cualquier hombre aunque se cuele en esto una posición machista, total, quién dijo que el machismo era malo, y menos aún después de haber descubierto la insurgencia del hembrismo, tan funesto como el machismo. A fin de cuentas, el machismo era la institución por medio del cual nuestras madres mantenían el dominio de los hombres de la casa.

Había una sana manifestación del machismo impulsado por nuestras madres. Deformado sólo por unos cuantos estúpidos que creían que caerle a coñazos a la mujer era sinónimo de gallardía. Una vez leí por la prensa acerca de un fulano que había seguido a su mujer hasta comprobar que le era infiel y la esperó pacientemente en casa, esperó incluso que se duchara y se acostara, luego, metiéndole un coñazo en la mandíbula que la dejó sin sentido por un rato que debió ser muy largo, la desnudó y la ató a la cama. Cuando la tipa despertó, le había cortado los pezones y jugaba con ellos con cierto placer demoníaco. No pudo gritar porque tenía la boca vendada, así tuvo que soportar que le depilara la cocoya y se la fuera rebanando lentamente, haciéndole una incisiva ablación, con cierta locura y sadismo, primero el clítoris, luego los labios mayores y finalmente los menores, y peor aún, que el fulano comenzara a digerirla mientras se masturbaba sobre el rostro de ella. Después le corto una mejilla y volvió el tipo a masturbarse sobre ella, mezclando el semen con la sangre; más tarde le rebanó una nalga y una teta completa, y vuelta el tipo a masturbarse; así hasta que la fulana murió desangrada y se enteraron del asunto porque una hermana de la tipa llegó de improviso a visitarlos y se encontró con aquel dantesco espectáculo, con el tipo desnudo arriba de su mujer. La hermana salió dando gritos, asustada y creyendo que el hombre podía agredirla a ella también El fulano ni siquiera intentó vestirse, terminó de hacerle el amor por enésima vez, y esperó pacientemente a que llegara la policía y se lo llevara. Alegó que sólo quería darle un escarmiento en carne viva.

Aquella historia dantesca, contada por el fulano mismo a una de esas revistas amarillistas de crímenes pasionales y cosas por el estilo, me dejó alucinado por mucho tiempo. Sólo que la misma estupidez se repite con el hembrismo, las mujeres prepotentes que consideran que jodiendo al hombre, incluso a sus hijos, se están redimiendo de no sé cuántos miles de años de atropellos e injusticias.

Las mujeres son los seres más extraños del universo. Hoy te dicen algo y mañana le dan la vuelta y te dicen que jamás dijeron eso, sino todo lo contrario y lo arrecho es que te lo hacen creer. Y no es la paja esa de que si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Esas son pazjuatadas para sostener la época, el momento, el bestsellerismo. Hasta tanto no entendamos que hombre y mujer son dos mitades exactamente iguales, sin que uno sea mejor que el otro, ni siquiera complemento del otro, nunca podremos afirmar que el ser humano sea plenamente feliz e igual. La diferencia, más allá de la vaina sexual que cada cual lleva entre las piernas, está en el cerebro, es decir, como hay hombres inteligentes hay mujeres inteligentes; como hay hombres estúpidos las hay también mujeres. Eso es todo, el aprovechamiento de la inteligencia, y tampoco por aquella paja de la seducción, de lo erótico y tal y que sé yo.

Eva sedujo a Adán al verle aquella erguida serpiente entre las piernas, pero Adán estuvo así al ver la higuera que Eva llevaba consigo. Uno y otro, para decirlo en términos orientales, no son más que el yang y el yin. Y que me llamen machista, si las mujeres tienen derecho a declararse feministas, yo tengo el mismo derecho a declararme machista. Aunque muchas veces mi mujer me grite: "¡Hoy te toca dormir en el suelo!"



5

Lo de Mariela es bien extraño. Ambos vivimos huyendo de nosotros mismos. Sé que llevo todo un caudal de sentimientos nobles y firmes hacia ella, pero también sé que, por alguna poderosa razón, debo distanciarme, alejarme lo más que pueda. Sé que ella siente tanto como yo, aunque siempre lo niegue o pretenda ocultarlo. Incluso por encima de las frustraciones y desencantos.

Hay una búsqueda mutua, uno de la otra, o a la inversa, es una búsqueda permanente, incluso en los sueños, como si no existiéramos más que ella y yo. Ella siempre intentando protegerme, que si una pata rota, o la pata hinchada, o cosas así; yo siempre queriendo amarla: en mis sueños hay un Café pequeño y nosotros solemos encontrarnos allí. De fondo una vieja canción de The Beatles. A veces nada nos decimos, sólo nos tomamos de las manos y nos quedamos mirando mucho rato. Otras le leo poemas o ella cuenta sobre mitos y leyendas, en especial sobre un gallito de oro que su abuelo, gallero reconocido, solía llevar consigo a todas partes. Es un Café que se encuentra en una calle poco concurrida, a las afueras de la ciudad. Las personas entran y salen y nosotros allí. Luego, muchísimo rato después, cada cual toma su camino.

Lo curioso es que en el sueño pareciera que nos estuviésemos viendo a escondidas, como dos furtivos amantes, pero luego al regresar a casa, la encuentro allí, tan hermosa, tan radiante, y no pasamos de un frío hola.

Como si fuera mi mujer desde hace diez años y nos estuviésemos engañando con nosotros mismos. Nunca se lo he contado porque de seguro se echaría a reír y exclamaría ¡Qué loco eres! Pero eso es en uno de mis sueños. Una vez sentí que debía huir de su lado y me fui. Quería estar lo más lejos posible, para olvidarla quizá, para sacudírmela, para sacarme ese espanto hermoso que me hace llevarla en alguna parte de mí mismo. Esa fue la primera vez que llegué a París.

Llovía y hacía un frío de puta madre. La llevaba tan adentro que su recuerdo me rasguñaba y me hería y me producía fisuras por donde se escapaba su imagen, su risa, su mirada.

Tiene la mirada más hermosa que jamás haya contemplado. Es una mirada cálida y muy tierna, como si con ella pretendiera abrigarme, protegerme.

Quizás sea eso lo que más me atraiga de ella. Es una mirada infinita, apacible, pero a la vez muy lejana. Como si escondiera algo oscuro, tenebroso, pecaminoso, no lo sé, algo indefinible.

Sé que con ella ha querido muchas veces abrigarme, pero por alguna extraña razón, aunque la amaba como a nadie, yo deseaba huir de su lado, sentía que necesitaba estar lejos y por eso llegué a París. Era primavera, llovía y hacía frío. Me dediqué durante un mes a caminar, a deambular por todas partes, a cumplir el ritual del turista o del vagabundo, a ir y venir sin motivo aparente, y sólo días antes de regresarme le envié un email: Fecha: Jueves, 18 de Mayo de 2000 10:44 a.m.



De: "El Dinosaurio Rojo" eldinosauriorojo@dinosaurios.com

Asunto: viaje Para: "Mary" mmariela@unicornios.com



¡Hola mujer!

Estoy en París, asombrado y boquiabierto en esta ciudad infinita. Deseo verte el martes, si dios lo permite, no te comprometas, por favor, hasta el viernes, pues espero secuestrarte hasta ese día. Un abrazo. Yo, el dinosaurio rojo.



6

Todo regreso implica siempre la posibilidad de un encuentro con alguien. Yo añoraba verla, abrazarla y decirle lo que sabe y no acepta. No entiendo por qué tenemos que huir de nosotros mismos, como si un dios pequeño, irascible y voluminoso quisiera distanciarnos. Algunas veces somos el envés y el revés, la derecha y la izquierda, el punto donde convergen y distancian lo anterior y lo posterior. Somos parte de aquellos siete niños asustados que recorren la calle, que huyen de lo cuadrado de nuestro mundo interior que ha sellado cualquier atisbo de salida.

Una bandada de palomas levanta vuelo desordenadamente, parecen querer huir hacia otro cielo, más brillante, más lejano, en donde no haya guerras ni vacíos ni llanto. Las palomas son muy blancas, aunque a veces parecen oscuras y cuando se alejan, puntitos grises en el cielo gris.

Desde una ventana de cristal, alguien observa todos aquellos movimientos. Su universo parece una hoja en blanco que de pronto se va llenando de huellas, de manchas, de pasos... Siete niños corren por una calle muy larga, todos tienen miedo...



7

¿Y si no fuéramos más que la vieja fotografía en sepia colgada en alguna pared, contemplada nostálgicamente por alguien que alguna vez nos amó?

¿Y si no fuéramos nosotros mismos, sino las imágenes de aquellos archivos aparecidos de pronto mientras un Otro crea mundos disímiles y distantes en el disco duro de alguna computadora?

Dos cuentos de Aixa Salas


(Aixa Salas, Mérida, estado Mérida). Narradora y Licenciada en Educación y en Historia. Desde muy joven perteneció a círculos literarios y a grupos culturales de Mérida. En los años 70 marchó a Chile, donde inició estudios de Sociología en la Universidad Nacional de Chile. De regreso al país, estudia en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes. En esos años le publicaron sus primeros cuentos y poemas en diversas publicaciones periódicas, revistas y antologías, tanto a nivel regional como nacional. Trabajó en el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la ULA como Investigadora y luego ingresó en el Ministerio de Educación como educadora. Premios: Premio Nacional de Narrativa del IPAS-ME (Caracas, 1988). Quedó entre los diez primeros finalistas del Concurso de Cuentos Juan Rulfo (Francia).

Publicaciones

(relatos): La Serpiente del Ángel (Mérida, Solar, 1996). Tiene inédito un libro de cuentos y otro de poemas.



LA SERPIENTE DEL ANGEL

"Eres el bien y el mal, el sueño y la realidad, lo cierto y lo impredecible. Puedes ser estremecedoramente amoroso, o terriblemente cruel, sin que de nada tengas culpa. Tu belleza, tu extraña inocencia, tu mutismo, me exaltan e inhiben. Eres una insólita verdad, tan real como mis manos, tan mágica como mis sueños. Podría tocarte, y sin embargo, no puedo. De ningún modo puedo separarme de ti, aunque tu cercanía me quema. Eres el ser más hermoso, temible y seductor que he conocido. Ya no podré vivir sin ti, sin este temblor del cuerpo, sin este esplendor de vida. Só1o te pido que no te vayas nunca, pues sin ti era el vacío, sin ti será el anonadamiento. Abrázame en el fuego sagrado de tu cuerpo. Conozco tu ser y todas sus metamorfosis. Eres capaz de todo y por eso te deseo. Ya no podré vivir sin el desafío de tu existencia".

Tomado de: La serpiente del Ángel (fragmento)


UNA CASA RARA

Mi hermana decidió vivir en un acuario. Ya desde algunos días la notábamos rara. Se le redondearon los ojos, le brotaron escamas por todo el cuerpo y se le cayó el pelo. Nosotros miramos sorprendidos aquellos cambios. Ella, con gran seriedad, puso el acuario en el patio y se echó adentro. Mamá se moría de pena y le rogaba que saliera de allí, que todo volvería a ser como antes, pero ella mantuvo su decisión. Como la gente empezó a curiosear, mamá cerró el portón y no permitió más visitas.

Con el tiempo nos acostumbramos. Todos los días mamá limpiaba la pecera y le cambiaba el agua. Ya mi hermana era igualita a un pez y só1o por algunos detalles uno podía recordar cómo era antes. Mamá no la descuidaba, pero ella también empezó a cambiar. Se le olvidaba todo, y por momentos permanecía muda y sorda, como si pensara en otra cosa. Era como si ya no fuera mamá, sino una persona extraña que se parecía a ella y a quien no le importábamos. Poco a poco la perdíamos.

Una mañana en que, como de costumbre, iba a limpiar la pecera, se detuvo en mitad del corredor y durante un rato permaneció silenciosa y atenta, como si escuchara una conversación secreta. Después fue al cuarto de atrás, donde guardaba sus corotos que ya no se usaban, y abrió un enorme baúl. Siempre sentimos curiosidad por aquel baúl misterioso que apenas nos dejaban tocar y que imaginamos lleno de cosas secretas y prohibidas. Mamá revolvió entre vestidos de blonda, manteles bordados y vajillas de loza hasta encontrar unas fotografías viejas y amarillas, las miró una a una, con mucha atención. Mi hermano y yo vimos a los abuelos, a los tíos, a papá y mamá de novios, y otra gente que no conocíamos. Ella colocó los retratos en la sala y empezó a hablarles. Todas las tardes les hacía visita, " Si - la oímos decir una vez -, esta casa ya no es como antes, no es la misma donde crecimos. No es la casa de nuestros recuerdos ", y enseguida mandó a traer albañiles y dijo a reformar todo, cambiando lo nuevo por viejo. Se le antojó que ya no le gustaba la cocina nueva y la vimos limpiando el antiguo fogón de leña. Papá la veía hacer y deshacer sin decir nada. Se 1o pasaba triste y callado. Nosotros nos sentimos muy solos y decidimos remediar nuestras necesidades haciendo lo que ellos hacían cuando todo marchaba bien.

Al poco tiempo fue papá el que nos dio un buen susto. Un día no amaneció en la cama y mamá empezó a buscarlo por toda la casa. Lo encontró en la sala, desnudo y mirando alelado los retratos. A quien mas miraba era a una tía soltera que tenía un gran lazo en la nuca y una mirada maternal y prohibitiva. Después fue al cuarto de atrás y de allí salió arrastrando la cuna de mi hermano Ricardito (un poco menor que yo), se acomodó adentro como pudo y empezó a hacer pucheros, sin dejar de mirar a la tía. Durante varios días mamá insistió en que dejara aquella locura, sin que le hiciera caso. Se orinaba y cagaba en la cuna, y no aceptaba otro alimento que no fuera teteros. Mamá 1o regañaba, pero él insistía en ser un bebé. Después ella se fue cansando y apenas 1o atendía. Sus olvidos se hicieron mas frecuentes. Se estaba horas enteras en la mecedora, contemplando los lirios y capachos recién sembrados en el patio.

No dejaba de suspirar. Descuidó la casa por completo, olvidó a papá en la cuna y a mi hermana en la pecera. Ricardito y yo debíamos encargarnos de todo. Limpiábamos la pecera, preparábamos los teteros y sacábamos a mamá al sol. También la paseábamos por la casa. Cada paso por las habitaciones, la sala y los pasillos la hacían suspirar. Se llevaba las manos al pecho. decía "¡Ay!" y se le aguaban los ojos. Lo que mas le gustaba era sentarse frente al patio. Una noche no quiso ira la cama. Tuvimos que arroparla bien y mantener encendidas las luces del corredor. Amaneció como disecada y por más esfuerzos que hicimos no logramos levantarla del mecedor.

Poco a poco, entre el trabajo que nos daban, aprendimos a jugar con ellos. A mamá la disfrazábamos de reina, diciéndole que éramos sus esclavos, le ofrecíamos regalos y le pedíamos favores. Tratamos de jugar con mi hermana, imitando sus aletazos torpes y la boca redonda, pero ella se enfureció, daba coletazos contra los cristales y nos enseñaba sus dientes cortos y picudos. Con papá gozábamos más. Se había empequeñecido y con el gorro, un chupón y el babero se veía comiquísimo. Lo poníamos a gatear, obligándolo a que nos llamara "papá" y "mamá". A veces le quitábamos el chupón para oírlo llorar y nos moríamos de risa al ver que apenas se 1o dábamos, callaba como por encanto. Una vez se 1o pusimos a mamá en el regazo, diciéndole que era su hijito. Ella permaneció indiferente. De pronto sus ojos brillaron con un fulgor extraño y le temblaron los labios. Se inclinó sobre él, hablándole con ternura, le acarició el pelo y le limpió la boca con el ruedo de la falda. Después se recostó a la mecedora y volvió a mirar al cielo.

Una de las cosas que mas nos gustaba era reunirlos en el patio. Formaban un conjunto extraño. Mi hermana boqueando en el acuario, mamá quieta y muda en su mecedora y papá gagueando en la cuna. Permanecían largo rato así, mirándose sin reconocerse. Sin embargo, al mover el acuario, o al llevarnos a papá o mamá, los otros miraban el espacio vacío, como añorando algo, y rompían a llorar. Teníamos que consolarlos y prometerles que al otro día los volveríamos a reunir.

No se si los vecinos se dieron cuenta que algo raro pasaba en la casa. Una mañana, al despertar, vi al señor

del lado asomándose por la pared del patio. Me asusté y me hice la dormida. En la tarde llegó mi tía Sara, la solterona del retrato. Abrió el portón y miró asombrada a mamá momificada en la mecedora, a mi hermana convertida en pescado y a papá comiéndose la caca en su cuna. Al principio se empeño en devolverlos a su estado natural, pero fue inútil. Terminó cuidándolos como lo que eran: una momia, un bebé y una pescadita. A nosotros nos consentía. Nos abrazaba llorando y decía: "¡Pobrecitos, pobrecitos!".

Mi tía puso la casa en orden: barrió, desempolvó los muebles, podó las matas, rescató la cocina. Pero no la queríamos porque nos quitó nuestras ocupaciones y diversiones favoritas. Teníamos la esperanza de que se fuera pronto, pues ya estaba vieja y no aguantaría tanto trajín. Mas o menos nuestro deseo se cumplió. Una mañana en que barría el patio gritó: "¡Ay!" y se cayó. Corrimos a levantarla, pensando que había muerto. Estaba viva, pero tullida. La llevamos a su cama y la arropamos. Desde ese día paso a formar parte de la colección de muñecos grandes con los cuales aprendíamos a ser mayores. La pintábamos y arreglábamos como una señorita, poniéndole los sombreros de plumas del baúl, y le traíamos un espejo para que viera 1o bonita que estaba. Ella se contemplaba en silencio, como si no se reconociera, y de pronto empezaba a gemir, a soltar quejidos largos, bajitos, sin lágrimas. Con los días fue perdiendo fuerzas y ya ni podíamos jugar con ella porque se quedaba dormida. Aprendimos a recordarla sólo cuando nos necesitaba y ella pareció olvidarnos para siempre. Al fin las cosas se arreglaron igual que antes y nosotros nos sentimos muy felices porque volvimos a ser como adultos jugando con juguetes vivos.

Ramón Palomares


Ramón David Sánchez Palomares (Escuque, Trujillo, 1935), poeta venezolano, Profesor jubilado de la Escuela de Letras de la ULA, Mérida. Contribuyó a la formación del grupo Sardio y la revista homónima (1958-1961), conjuntamente con Adriano González, Salvador Garmendia, Guillermo Sucre y Francisco Pérez Perdomo, entre otros; quienes luego formarían El techo de la ballena. Ha colaborado también en El Farol, Papel literario, Poesía de Venezuela y Revista Nacional de Cultura. En 1935 recibió el Premio Municipal de Poesía por su libro Paisano y en 1974 el Premio Nacional de Literatura.

OBRA PUBLICADA: El Reino (1958), Paisano (1965), El ahogado (1964) Honras fúnebres (1965), Santiago de León de Caracas (1967), El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas (1969), La rana, el tigre, los muchachos y el juego: mito de los indios makiritares (coautor con David Alizo, 1969), Poesía (1973), Adiós a Escuque (1974), Poesía (1977), Elegía 1830 (1980), El viento y la piedra (1984), Mérida, elogio de sus ríos (1985), Alegres provincias: homenaje a Humboldt (1988), Trilogía (1990), Lobos y halcones (1997).

EL PATIECITO


Me dijo mi padre el Dr. Ángel:

-¿Qué hacés Rómulo?

-Estoy desyerbando el patiecito,

voy a sembrar.

-Pero...

-¿Adónde está lo que te di Rómulo?

¿De qué estás viviendo?

-Bueno, soy escribiente padre.

Escribiente.

-Entonces,

no fuiste lo que yo soñé.

-Ay padre, lo que soñaste se lo llevaron las aguas.

Ahora sólo hay malezas,

malezas ¿ves?

Estoy limpiando el patiecito.


ENTRE EL RÍO



Voy a entrar en un río

me quito la ropa y entro y le abro la puerta

y miro dentro de su casa

y voy a estar sentado en las sillas negras

y en los espejos;

cuando hable escucho qué dice y qué quiere

y como manda a todos

y dice que se va a remolinear

y veré cuándo sus patas empiecen

a despedazar la ladera.


Tomaré agua de su corazón

y me beberé su cuello

y haré gárgaras y escupiré adentro

y en los ojos le pondré piedras

y le quitaré los diamantes y los pedazos de oro.


Y de ojos le pondré unos gatos

y veré qué vestidos se pone

y cómo hace para correr.

Y si está durmiendo le escarbaré

a ver qué sueña.


Yo vi qué come el río y vi su mesa.

Y tenía platos como guayabas podridas

y ganado muerto y casas

y todas las siembras que se llevó

y un hilo verde, muy verde como un ángel.

Me estuve sentado viendo

un gran campo que está debajo.

Y allí cantan todos

y se ponían morados.

Hasta que se oyó una voz durísimo

y salieron iglesias y calles de las nubes

y todos corrieron

y comenzó el río a decir que se

iba a morir.


PATAS ARRIBA EN EL TECHO
A Adriano González León



Yo sé dónde se encuentra

dónde está cantando ahora y comiéndose las hormigas

el pájaro que vuela arriba de las nubes

el que sabe andar por los sueños.


Estaba acostado patas arriba en el techo

murmurando que tenía ganas de matar

y espantando los perros que se le venían del cielo

y escupiendo los tigres

y diciendo:


Yo si que voy a pegarle a los perros que se me vengan

yo si que no les tengo nadita de miedo.


Y con las enormes alas azules les daba y les enterraba cuchillos

y me llamaba a mi y me decía:

Ayúdame, ayúdame.


Entonces terminó

y se puso a meterse entre todas las nubes

allá, muy lejos, cerca de una laguna.

Riesgo


(Caracas, Distrito Federal, 1936. Residido en Mérida), poeta, narrador y ensayista, profesor jubilado del Departamento de Filosofía de la ULA, fundador de la Zona Libre Cultural, Científica y Tecnológica (ZOLCCYT) de Mérida. Coordinador de la comisión para elaborar los nueve proyectos de la «Ley de la Zona Libre Cultural, Científica y Tecnológica, de Mérida» (Aprobada en 1965), 1996-2002. Director general de la ZOLCCYT del Estado Mérida, 1991-2002. Coordinador del proyecto «Escuela Nacional de Cine y Televisión, ULA-CONAC» (aprobada como licenciatura por el CNU en 1995, bajo el nombre de «Escuela de Medios Audiovisuales», 1988-1989. Coordinador de la comisión de creación de la Maestría de Filosofía (opera desde 1989), Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Cinematografía, Productor de tres largometrajes, 1985-1986, Director General de Cultura y Extensión, ULA 1982-1984.

Publicaciones

Poemas de Enero (1975) Juan Félix Sánchez. Fundación La Salle para el Avance de la Ciencia (Caracas, 1981), Laguna (1983), El Violín de Los Andes (1991, En Defensa de los Insurrectos. Colección Ciencias Sociales (1992), El Cuatro (1993), El Dilema del Chavismo (1998), Debate Constituyente en Venezuela (1999), La Bandola Venezolana (2001), Honradez (novela), en prensa, (Caracas, Alfadil Ediciones, 1990-1965).


Vengo dispuesto a tu desafío.

Acepto e invoco

tu ira calcinante.

Vengo dispuesto

a la pureza de tus uñas.



A que me arranques

tiras de silencio.

A que destroces mis bosques interiores.

A que desnudes, como una piedra. A que desraíces las hebras

de mi pasto.



Vengo dispuesto al tigre afilado de tus ojos.

Conozco una mañana negra en tu gris.

Conozco el amanecer, la mañana de plenilunio, la luna oscura de tus ecos, la ternura que hiere más que los astros invisibles. Conozco tu calma. El azul tenebroso de tu alegría.

Cavilaciones por el paria


Arístides Valdés Guillermo (Corralillo, Villa Clara, Cuba, 1960) Graduado en Medicina. Poeta.. Ha obtenido, entre otros, los premios “Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios” (1985), “Cucalambé” (1992), “Fayad Jamís” (1993), “Ala Décima” (2003) y “Fundación de la ciudad de Santa Clara” (2006). Poemas de su autoría aparecen en las antologías Nuevos poetas cubanos y Nuevos juegos prohibidos, publicadas por la editorial Letras Cubanas en 1994 y 1997 respectivamente. Su obra édita comprende, hasta el momento, los siguientes libros de poesía: Las puertas de cristal (Editorial Capiro, 1992), El príncipe de bruces (Ediciones Luminaria, 1997), Esbozos con figura de muchacha (Sed de Belleza Ediciones, 1999) y Meditaciones del náufrago (Editorial Capiro, 2007), Reside temporalmente en Venezuela.




No admitas que agonice la quimera.
Nutre tus esperanzas. La utopía
quizás proponga embellecerle al día
la noche insoslayable que lo espera.
Al navío estrellado en la escollera
lo hace flotar de nuevo su energía.
Extinto el presupuesto en la alcancía,
habrá que descubrir otra manera
de sufragar los gastos. Para el hombre
ya no alcanzan la gloria de su nombre,
ni las genuflexiones ni el arrobo.
Se acercan los crepúsculos. El llanto
solo puede ofrecernos al espanto
del hambre detenida en cada lobo.

II

Las sirenas no existen. Odiseo
desconoce los mástiles. Unirnos
impedirá que pueda seducirnos
la insinuación falaz del corifeo.
Nos muestran un cadalso, pero el reo
se ha negado a las súplicas. Decirnos
que Polifemo anhela dividirnos
incrementa su cáustico deseo
de perpetuarnos débiles. No basta
con la bandera invicta, si en el asta
una mano se quiebra y sube rota
y nadie atiende a su dolor. ¿Valdría
regresar a Noé sin otra vía
para que siga el Arca su derrota?

III

Niégate a la collera. Si el gigante,
siervo de su avaricia, te reclama,
convierte la endeblez de cada rama
en un tizón hundido en su semblante.
El río siempre fluye hacia delante.
Sin una chispa intrépida, la llama
jamás exhibiría su oriflama
frente a la oscuridad itinerante.
La indiferencia duele y es preciso
desarbolar de su fachada el friso.
Condénate a vivir. No aceptes nunca
que un cíclope, a tu flámula reacio,
se apropie de tu nave y de tu espacio
sin que le dejes la mirada trunca.

IV

Ya tu casta esperó lo suficiente;
ya es hora de partir: no te detengas.
Detrás de cada grito que prevengas
fecundará sus páramos la gente
que aplauda tu osadía. Reverente
ha de ser la estación donde sostengas
la injuria cotidiana que devengas
para que, sublevándose, la ingente
saga de tu martirio sume adeptos
más allá de su sangre. Otros conceptos
inundarán el tiempo y la estocada
de quien censure ahora tu hombradía.
Triunfan, después del llanto, la alegría
y, después de la noche, la alborada.

V

Una voz te convoca. Se pretende
doblegar su magnánima elocuencia
vulnerando, con sórdida eficiencia,
el aire que sus prédicas enciende.
Tú eres el cazador. Si te sorprende
la bestia cuando salta, ¿qué dolencia
mitigará tu esfuerzo? La paciencia
no fue jamás un cirio pero entiende
que concluye agotándose. Precisa
tu aliento flagelado una camisa
que trueque los carámbanos en llama.
Bajo el cielo que habitas los rencores
el alma te obliteran. No demores
tu respuesta a la voz que por ti clama.

VI

Languidecen tus hijos poco a poco.
La patética historia del pesebre
no impide los temblores de la fiebre
ni alegra los estómagos tampoco.
Se embriagan de agonía. Con adultas
pociones de maldad, con improperios,
con chancros y fervor y ministerios
les mutilan sus ansias insepultas.
Rasga el vicio la blanda superficie
de su mirada ingenua. La molicie
planta frente a tus vástagos su tienda.
No abdiques de la brújula. Salvarlos
solo podrá quien sepa iluminarlos
con la esperanza que su brazo encienda.

VII

Si tú, como Teseo, al laberinto
le descubres de pronto una salida,
restañarás, andando, la mordida
con que te adormecieron el instinto.
Marchas con el dolor atado al cinto
delante de la espada. Su embestida,
su tétrico dictamen no invalida
el salmo que uno aguarda por distinto.
Importa desatarse del acecho,
proscribir la quietud, sacar del pecho
lo que al hombre le resta de centauro.
El llanto a sus caprichos nos amarra
y es necesario hundir la cimitarra
sobre la sordidez del Minotauro.

VIII

Entre tú y lo que sueñas un abismo:
túrbida el agua y proceloso el cielo.
La utopía delante: aquí tu anhelo
de añadirle tu verbo a su mutismo.
¿Cómo impedir podrán el cataclismo
que te devuelva, grávido el desvelo,
al sitio que usurparon con su celo
quienes te hacen dudar? Si el paroxismo
de la consumación no se decide
y algo, desde la sombra, nos divide,
la inmensidad de tu dolor humano
tendrá que construir, fundida, un puente,
trasponer el abismo y, limpiamente,
acariciar el sueño con la mano.

IX

Vertida ya una lágrima postrera,
es el momento de fundir mitades
y atar a un solo cuerpo voluntades
para ponerle fin a tanta espera.
¿Con qué objetivo dividir la esfera
si, hartos de los versículos y el Hades,
se impone clausurar las oquedades
que han perpetrado en ti tanta ceguera?
No pases de la sed a la costumbre
sin que adviertas, armándote, la cumbre
que la frente de Sísifo interroga.
¿Quién osará ignorarte cuando avises
que te apresuras a tronchar los grises
tentáculos del pulpo que te ahoga?

X

Disponte a caminar. Cuando el armiño
sobre la oscuridad su asombro vierta,
vendrá el futuro a derribar la puerta
que ha distanciado al hombre del cariño.
Tú eres el ademán con que ahora ciño
el arma imprescindible. Si desierta
queda un día la mano, será cierta
la luz en la emoción de cada niño.
Haz que una edad sin lobos precipite
su esperada existencia, que al convite
asista el equilibrio que demandes.
Habrá un tiempo sin úlceras ni plomo
y hay que apurar su advenimiento como
la plata en las raíces de los Andes.


El Demonio Raquítico




Marco Tulio Gentile 1978. Narrador, poeta y editor Larence residido en Yaracuy. Este cuento se tomó de su libro "El Demonio raquítico. Publicado por la Editorial El Perro y La Rana. Ha publicado también un libro de poesías titulado "las grietas del Sol".




El demonio raquítico.
Dios estaba sumamente preocupado y una mañana vino a buscarme para que diésemos a dúo un recital en el cielo con motivo de la nueva promoción de Querubines que estaba preparando desde hace millones de años cuando Lucifer fue dado de baja porque estaba llamando a la insurrección de buena parte del cielo y promoviendo la aplicación de una ley que prohibiese al mismo Dios crear y amar a los hombres.

Jesús estuvo divino con la Guitarra y los Apóstoles se lanzaron el mejor baile coreografiado que se haya visto jamás en la eternidad desde que Dios creó la ley universal de atracción gravitatoria de los cuerpos celestes y como yo no podía estar a la altura de tan grandes acontecimientos dejé que Dios dijera el primer verso para después agregar la palabra: Amén.

El cielo entero aplaudió mi participación.

El mandarín

José Antonio Ramos Sucre. Caracas: Monte Ávila, 1998.



Yo había perdido la gracia del emperador de China.

No podía dirigirme a los ciudadanos sin advertirles de modo explícito mi degradación.

Un rival me acusó de haberme sustraído a la visita de mis padres cuando pulsaron el tímpano colocado a la puerta de mi audiencia.

Mis criados me negaron a los dos ancianos, caducos y desdentados, y los despidieron a palos.

Yo me prosterné a los pies del emperador cuando bajaba a su jardín por la escalera de granito. Recuperé el favor comparando su rostro al de la luna.

Me confió el debelamiento y el gobierno de un distrito lejano, en donde habían sobrevenido desórdenes. Aproveché la ocasión de probar mi fidelidad.

La miseria había soliviantado a los nativos. Agonizaban de hambre en compañía de sus perros furiosos. Las mujeres abandonaban sus criaturas a unos cerdos horripilantes. No era posible roturar el suelo sin provocar la salida y la difusión de miasmas pestilentes. Aquellos seres lloraban en el nacimiento de un hijo y ahorraban escrupulosamente para comprarse un ataúd.

Yo restablecí la paz descabezando a los hombres y vendiendo sus cráneos para amuletos. Mis soldados cortaron después las manos de las mujeres.

El emperador me honró con su visita, me subió algunos grados en su privanza y me prometió la perdición de mis émulos.

Sonrió dichosamente al mirar los brazos de las mujeres convertidos en bastones.

Las hijas de mis rivales salieron a mendigar por los caminos.

La Soledad de Orfeo

Ludovico Silva (Luis José Silva Michelena ). Nace en Caracas el 16.12.1937Muere en Caracas el 4.12.1988. Filósofo, poeta y profesor universitario. Considerado como uno de los más importantes intelectuales del siglo XX venezolano y uno de los principales pensadores marxistas del país. Fueron sus padres Héctor Silva Urbano y Josefina Michelena. Hermano del sociólogo José Agustín Silva Michelena. La educación secundaria en el colegio San Ignacio de Caracas. Tras terminar el bachillerato viajó a Europa donde estudió 2 años de filosofía y letras en Madrid; 1 año de literatura francesa en La Sorbona y en un año de filología románica en Alemania. En Madrid, un grupo de estudiantes lo bautizó como Ludovico, apodo que sustituyó su nombre, siendo conocido desde entonces como Ludovico Silva. En 1969 egresó Summa Cum Laude, de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. En la década de 1960 dirigió y produjo el programa radial La palabra libre. Entre 1964 y 1968 fue secretario general del Ateneo de Caracas, donde participó en la fundación de la revista Papeles, de la cual fue miembro del Comité de redacción. También fue colaborador del periódico Clarín y de la revista Cal, dirigida por Guillermo Meneses. Junto con Miguel Otero Silva fundó la revista Lamigal. En la década de los 80's mantuvo una columna en el diario El Nacional, titulada "Belvedere".

POEMA PARA SER CANTADO O RECITADO CON ACOMPAÑAMIENTO DE LIRAS PIANOS O VIOLINES


I

VENUS A ORFEO

Catástrofes de piedra, albas de hielo,
yacimientos de muerte y esperanza
como espumas se elevan a tu cielo;

y en lo más alto del amor aún danza
sobre la mar, en una tumba de oro
la luz dorada que en mi noche avanza.

Cantas en mis vocablos como un coro
de mineros hundidos en las peñas
buscando un ciego y lúcido tesoro;

pero antes hallarán unas pequeñas
piedras de luz los hombres en la roca
que tú el diamante que en la sombra sueñas.

Una montaña de hambre te convoca
con el sonoro y místico instrumento
de la lira que canta con tu boca,

y aunque el bosque se mueva con el viento
y enloquezca en la noche tu hondo armonio
como en temblor total del firmamento,

tú permanecerás junto al insomnio
sin poder preferir lo que prefieres
y sin poder triunfar de tu demonio.

¡Triste montaña, Orfeo, en la que mueres
sacrificando noches y linternas
para alumbrar un pueblo de mujeres!

¡Qué tumulto de ménades y piernas
quieren ahogar tu voz y tu deseo
de soñar para el hombre albas eternas!

Desde mi densa soledad te veo
perseguido por ménades furiosas
que odian tu nombre y tu belleza, Orfeo.

Son las furias de siempre escandalosas
amenazando al hombre cuando canta
y hace danzar el orden de las cosas.

Pero veo también cómo levanta
Tu ser su dignidad, porque los cielos
de su divinidad te dieron tanta

que a pesar de la hembra, honda de celos,
tu cuerpo hecho de címbalos y liras
libremente pasea por los suelos.

***

Las melodiosas flores que respiras
dulces tallos ondean donde mecen
la suave ondulación conque las miras.

¿No oyes silbar los cedros que amanecen
y el temblor cristalino de la aurora
y el susurrar de cosas que verdecen?

Como del virgen bosque donde mora
tu firme soledad, surgen las aves,
de tí vuela tu voz, ave sonora;

y en tintineo de infantiles llaves
suena el río feliz por la cañada
lleno de garzas como blancas naves

mientras sueñas un agua transformada
por el remo tenaz de tu memoria
en la Venus de piel maravillada.

No se pára jamás la vieja noria
de tu amor en el tiempo, ni se cansa
de imaginar la piel evocatoria

por donde el sueño con su tacto avanza
piedras verdes creando en las pupilas
para mirar, mirar con esperanza.

Tu lira vé danzar manos tranquilas,
delicadas arañas con que ahora
la tela de amor cantando hilas.

Con el canto la vida se demora
y avanza un blanco pie por la pradera
despertando las cosas en la aurora.

La vida, Orfeo, ociosa y pasajera,
la vida de los hombres y las cosas
con el canto se vuelve duradera.

¡Rosal eterno en las mortuorias losas!
Antes se morirán las cosas vivas
que la perfecta formas de las rosas.

Toca el río con aguas sensitivas
los dedos de tus pies, serpea y toca
la quietud de las cosas fugitivas;

Toca el río la fuente de tu boca
y el río y tus palabras se confunden
de no saber quien sueña y quién evoca.

Así las de vivir se funden
en la hora de morir, lago fecundo
donde el orgullo y la pasión se hunden.

Y así tu canto, respirar profundo
del universo, enciende los fanales
que alumbrarán el corazón del mundo.

JUPITER A ORFEO

Desde los verdes prados inmortales
donde, como la muerte, vivo y moro,
oigo, Orfeo, tu queja de cristales.

Tú sabes que el destino es un tesoro
donde se guardan los hombres. Hoy te enseña
la brutal humanidad su rostro de oro

pero tu ebrio cantar nunca desdeña
la vida de los dioses, y prefieres
dar a cantar al dios que en tu hombre sueña.

No te asesinarás en lo que eres
por oír las pasiones que se agitan
en tí como un tumulto de mujeres.

Déjalas que se cansen y repitan
hasta el dolor su canto de sirenas,
pues lo que dulce dan amargo quitan.

Si con tu mano cuentas las arenas
buscando el tiempo eterno, el hoy de antes,
acerca al mar tus manos y tus penas

que olas de ayer, sonoras y diamantes,
te dejarán viviendo entre las manos
la rosa de un futuro sin instantes.

O mira hacia esos álamos lejanos
donde el aire del mar se reverdece
lo mismo que el recuerdo en los humanos.

Mira cómo el hombre se estremece
la certeza de ser uno y pequeño
como la planta que en la sombra crece.

Con tu castalia soledad de isleño
y tu milagro súbito de fuente
quieres ser y no ser tu propio sueño.

Si a Eurídice contemplas frente a frente
a tu destino llegarás cansado
y hacia la mar irás, agua corriente.

ORFEO A JUPITER

Mi dios, oigo tus bronces…! Tus llamados
campanean presentes en la aurora
entre un son de futuros y pasados.

Oigo la mar, elástica y sonora,
milagrosa mujer y miserable
bestia azul que con labios enamora

ebria de eternidad, de tiempo estable,
sin ayer, sin presente, sin mañana
labio del infinito, hidra incansable!

De esta mar surgió Venus soberana
y en la concha su cuerpo sonreía
con una luz de garza en la mañana.

Por sus miembros de amor cantaba el día
y como delicados pensamientos
el aire sus cabellos esparcía.

Toda mi eternidad se iba en fragmentos
cuando el mediterráneo azul cantaba
la música de un cuerpo hecho a momentos.

Hondo placer comienza y hondo acaba
entre ser y no ser la diosa que era
y la mujer que simplemente estaba.

(Mirando a Júpiter)

Padre mío, la mar, ebria pradera
Con verdes manos hizo los rosados
Miembros de la mujer, sagrada fiera,

torre de carne y huesos embrujados!
Se le adhería el mar como una herrumbre,
fijábase en su piel por todos lados

y como enamorada muchedumbre
hacia el monte subía por las piernas
como queriendo humedecer la cumbre.

¡La amaba el mar, sonoro de linternas!
De dioses es saber que entre las cosas
las infinitas aman las eternas

en un concierto de héroes y esposas
como el durable corazón humano
ama el eterno instante de las rosas.

JUPITER A ORFEO

La luz se hace sonora entre tu mano,
Orfeo; el alba canta milagrosa,
óyese aullar la noche como un piano

y al viento, ángel sonoro, en toda cosa
la música sembrando, en tanto sueñas
con el misterio virgen de la esposa.

Venus amas, Eurídice desdeñas
Porqye es Venus la forma enamorada
Y Eurídice, catástrofe de peñas.

Venus te llama a la región deseada
en que destino y vida son lo mismo
y el ser resiste al viento de la nada.

Eurídice te trae hacia el abismo;
ella es la bestia humana que te adora
como un enamorado cataclismo

¡y ay de tí si al minuto y a la hora
Sucumbes…! La pantera del instante
Puede asustar los ciervos de la aurora.

Cuídate, Orfeo, salava tu fragante
destino; no oigas silbos de sirenas,
puedes perder la rosa de diamante.

¡Orfeo, mira a Venus, las arenas!
Sobre tu antigua sumisión hoy llueve
la libertad, sonora de cadenas.

¿Quién es más bella: Eurídice de nieve
o Venus, delirante ojo asombrado
secretamente azul, como la nieve?

Te ordeno, pero piensa lo ordenado
como la libertad piensa al destino:
¿a qué Eurídice irás recto y sagrado?

ORFEO
(Solo. Voz de ala ahuecada)

Hombres y dioses son carne y espino.
Donde algún dios hunde su lanza
dulcemente los hombres sangran vino;

y donde clava el hombre su esperanza
le devuelve la tierra su energía
con que la noche del dolor avanza.

Yo ya no soy aquel que yo quería;
mi ser es una sombra de haber sido
y esta voz sin color ya no es la mía.

Todo lo que era un hombre, lo he perdido.
La silente ebriedad de mi deseo,
la libertad interna del quejido.

De la carne de Eurídice soy reo
y humano, pero esclavo de los dioses,
encadenado a cosas que no veo.

Ah, libertad humana que das coces
en pleno corazón, cuando el destino
con una voz nos llama entre mil voces!

La soledad sedienta del camino
puede llegar al agua clara y una
si el corazón se vuelve más divino.

Y el agua de la mística laguna
sonreirá en el alma con el brillo
vertical y sonoro de la luna.

La luna sobre el mar, sexo amarillo
la complicada libertad convierte
en un flujo fatal, ciego y sencillo.

Y el movimiento extraño de la suerte
se hace necesidad entre la vida
frente al azar seguro de la muerte.

***

Eurídice, la mar enloquecida,
te amo, te soy recíproco y cercano
con un amor elástico y suicida.

Pero Venus, amor, tendió la mano
y Júpiter divino puso el dedo
sobre mi abierta libertad de humano.

Y no me queda más que el hondo miedo
de ser y no ser en esta aurora
en que solo me quedo y sólo quedo.

Ay, mar, enorme libertad sonora,
ciego animal hundido en el tormento
de ser y no ser hora tras hora!

Verde bosque movido por el viento,
Movilidad, la mar, fija y serena
y el mar, la libertad en movimiento.

Su castillo mi ser rompe y condena
y apenas como un náufrago, conquisto
la libertad irónica en la arena.

Ah, que el ojo del hombre nunca ha visto
con la cruel lucidez que yo lo veo
este ser y no ser mientras existo!

Y hombres y dioses son carne y deseo…

(A continuación, clara y lejana,
la voz de Eurídice. Luego de cada
estrofa, un silencio y violines.
Consultar con Glück)

VOZ DE EURIDICE

El milagroso amor quiero ofrecerte;
no me dejes vivir entre la muerte
como los condenados. Alma mía.

Oh, criatura sonora, dulce amigo,
deja que en tu alma crezcan como el trigo
mi amor y mis palabras. Alma Mía.

Tu libertad de nada te ha servido:
ven al vientre fatal donde has nacido
como nacen los hombres. Alma mía.

Olvida a Venus carcelaria y dura
y vente a navegar en esta oscura
noche de los humanos. Alma mía.

Baja a buscarme hasta el infierno, Orfeo;
oye el rumor de espiga del deseo,
tu libertad, tu límite, Alma mía.

(Allegro maestoso y telón)

II

CARONTIS NAVICULA
(Elegía)

Nave que me conduces al amor, navecilla
habitada por héroes y uvas
que en los vasos descansas un silencio de arcilla
en un tronar de címbalos y tubas;

navecilla del tiempo, barcarola ilusoria
donde el destino aún lucha con la suerte
sobre la lenta y densa corriente evocatoria:
no conduzcas mi vida hacia la muerte.

Orienta, barca eterna del ser, tu quilla hundida
sobre la milagrosa agua del vino;
no me traigas la muerte mientras amo la vida,
no hagas azar las cosas del destino.

Deja que esta agua corra, como por los desiertos
del tiempo, corre el hilo de la hora;
que otros ríos se vayan hacia el mar de los muertos;
yo me voy por la noche hacia la aurora.

Barca, inexistencia pura, simple fondo y fragmento
rama que a morir vas fresca y dorada,
el viento de las cosas y los hombres, el viento
de este mundo te empuja hacia la nada.

Pero hay brisas que besan todos los intersticios
del ser, se le confunden con la esencia,
cálidos hay monzones, prodigiosos alisios
que al hombre dan heróica potencia.

Yo amo esas brisas verdes, su callada fragancia
que a ésta barca sin dios, cóncavo leño,
lleva a través de un tiempo donde ya no hay distancia
a las praderas últimas del sueño.

Sonar en el follaje donde la vida sueña!
Y mientras las arenas llegan solas
al mar y sus follajes, yo soy ebrio en la arena
como el número amante de las olas.

Y vivir esperando lo que la muerte niega,
y la sangre no está nunca segura,
e ignorar, en la angustia de vivir, cuándo llega
la hora de iluminar el alma oscura.

(Vuelan demonios. Caronte
examina la nariz de Orfeo)

ORFEO
(Solo. Infiernos)

Como quien va hasta el fondo de sí mismo
y allí aprende a sentir que toda cosa
es por dentro un sereno cataclismo,

regresaré a la fuente milagrosa
sonando volveré al antiguo prado
donde el dón de los dioses aún reposa.

Y el cuerpo de la esposa, ebrio y rosado,
miraré florecer hondo y divino
como un otoño límpido y sagrado.

Sobre esta cuenca de odio mi alma inclino
en un ramo de lámparas eternas
buscando libertad en el destino.

Mi voluntad me trajo a estas cavernas
donde la luz se mueve prodigiosa
como un sonoro pueblo de linternas.

Techos iluminados y rocosas
nervaturas de tiempo detenido
donde brilla el recuerdo de las cosas.

Silbos de soledad, masas de olvido,
muerte continua y fija en el tormento
y la vida llorando, ciervo herido.

Héroes, dioses, pasan con el viento
y mi divino cuerpo siente humano
toda la eternidad en un momento.

Dentro el abismo atroz, no sé qué mano
se me sale del cuerpo y todo toca
y hace de estas cavernas un gran piano.

No sé qué certidumbre de mi boca
suena por la techumbre iluminada
como queriendo conmover la roca.

Resuena la caverna condenada
cuando desesperados testimonios
caen como pedruscos en la nada.

Y su aleluya cantan los armonios
mientras el dios total se rompe vivo
en un vitral inmenso de demonios.

Con esta voz que vuelve sensitivo
el muro del infierno permanente
y da quietud al cielo fugitivo;

con esta voz de címbalo demente
regresaré a la fuentes de la vida
y reiré cantando entre la fuente.

PLUTON

¿Cuál es el cruel azar que te convida
a huir con tu destino hacia el amor
como una virgen yegua perseguida?

¿Cuál es ese dolor,
cuál el altar
donde tu ayer sin fin cruje y delira?
¿Dónde el altar en que la ira
de tu millón interno de demonios
sangra bestial como una fiera?
¿Dónde ese sirenaico soplo de los armonios
las iglesias que caen, el Dios entre los muros,
los pedros confesados, los cristianos antonios,
los seres más oscuros?

ORFEO

Mi universo es de espuma, pero es hondo;
en este movimiento de la espuma
todo es claro y feliz, puro y redondo.

¡Todo, todo es al fondo
fatal, hasta el azar!
Todo es comienzo y fin definitivo,
pero mi libertad conozco y vivo
como conoce el barco los vientos de la mar.

PLUTON

¿Y las iglesias, y los pedros, y los antonios?

ORFEO

Que se los lleve el demonio,
el demonio, el demonio.

PLUTON

Que no te engañe la vida;
cuídate de zozobrar
con tu pobre barca herida
sobre las aguas del mar.

ORFEO

Las brisas vienen del hombre
como vienen de la mar.
Con la mar se viene el viento
y con el viento el azar.
Plutón! Las barcas humanas
se van a vivir al mar
sabiendo que barca es barca
cuando sabe zozobrar.

Entra el agua por los poros,
cae el hombre salado hasta el hombre,
se echan al agua todos los tesoros
y el agua canta universal su hambre.

PLUTON

Aire tienes de dios, y hasta tu mano
donde toca, despierta lo divino;
pero ese vacilar de tu destino
sólo es humano.

Cuando veas el río de un murmullo
fatal, como una naufragio de profetas,
son los dioses que van como saetas
al Acto suyo.

Pero si vez alguna tú has sentido
en tu memoria arder reminiscencias
y el río de tu ser arrastra ausencias,
humano has sido.

La brisa de las cosas, libre y fina
es la fatalidad de los mudable,
y los ríos, de muerte interminable,
sangre divina.

Te hace divino tu morir si huyes
por la puerta final de cada instante
y haces de tu morir vida constante
y hacia la vida por la muerte fluyes.

(Se retira)

ORFEO

(Solo. Hielos. Infierno)

El corazón que tengo no se espanta
como jamás el corazón se arredra
cuando la voluntad de un hombre canta.

Subir por el amor en verde hiedra
hacia la rama que el dolor levanta
y el abismo caer como una piedra!

La voluntad de amor se me agiganta
viendo cómo la masa de la nada
con pasos de elefante el ser quebranta.

Y aunque vea caer nieve sagrada
sobre el extraño bosque de la historia
no quedará mi rama congelada.

¡Diamante de los hombres, ebria gloria
de ser y no ser presente ausencia
y ser hijo, no más, de la memoria!

¿Qué permanecerá de mi honda historia
si no llego yo a ser de los que han sido
una clara y fatal reminiscencia?

¿Y seré alguna vez lo que he elegido
ser, si no resucito y rememoro
el ser que tuve y canta el olvido?

Yo tuve un ser escrito en letras de oro
que en eleusinas agua sonreía
y era estrofa de luz en el gran coro.

Hoy soy un hombre y tengo la voz mía
y con mi genio quiero y con mi esfuerzo
tener la que mi ser antes tenía.

Ah la felicidad de ser un verso
preciso, ebrio, sonoro, articulado
en la estrofa coral del universo!

(Silencio. Eurídice va apareciendo
lentamente por el fondo
llega al lado de Orfeo)

ORFEO

Vivamus, mea lesbia, atque amemus…!
¡Qué infierno éste tan claro, iluminado!
Ciega mía, veamos, recordemos.

Tan sonoro este infierno y tan callado,
tan ciego amor y puro y construído
tan claramente urdido y levantado!

EURIDICE

Eres rayo en la noche, ciervo herido.

ORFEO

Para calmar mi sed, para encenderte.

EURIDICE

Y como un dios resistes al olvido.

ORFEO

Y como un hombre, lucho con la muerte.

EURIDICE

Como la libertad vence el destino,
con tu música vences a la suerte.

ORFEO

Y son tan libre, amor, como un camino.

EURIDICE

Y quién sabe si el tiempo de las rosas
no será el mismo tiempo del espino.

ORFEO

Eurídice, estas aguas milagrosas
antes de ir al mar, fueron la vida;
y son muchos los tiempos de las cosas.

EURIDICE

Pero llega el momento en que la herida
en un cristal de ríos y leones
se va a un tiempo fatal, fin y partida.

Y hay un arpa que anuncia con bordones
sobre esta primavera y este invierno
un tiempo de divinas estaciones.

ORFEO

Amo el sol de este mundo, el brillo externo
de estas cosas que pasan y fenecen
y en su mudanza dejan algo externo.

En plutónicas ollas se me cuecen
tiempo y eternidad entre el deseo
de ver como las cosas amanecen.

Tu hígado inagotable, Prometeo,
Tu amor, tu luz humana ha concebido
Que al fondo de las cosas cante Orfeo.

EURIDICE

Algo bello y sin ser, algo perdido
como una ola armoniosa en las arenas,
algo como el amor quiere mi oído.

Quiero sonar, Orfeo, como suenas,
sentir el cuerpo abrírseme de bocas
como si fuera un pueblo de sirenas.

ORFEO

Yo siento el movimiento de las rocas
que en terremoto de pasión y minas
a las eternidades caen locas;

siento el horror en todas las esquinas
del universo, y candorosamente
haciendo voy de tí formas divinas.

Eurídice, tu piel fija y silente,
timbal de carne y leche, hondo y mortuorio
con olvidado resplandor de fuente.

Y tu cabello, río evocatorio
donde anclada mi vida permanece
como un pez de dolor, peine ilusorio.

Carne inmortal que sangra y amanece
te veo preguntar –y no hay respuesta-
por el placer que sangra mientras crece.

Carne aquella que vives, carne esta,
te vas muriendo en fin por multitudes
y te veo crecer como una fiesta.

Te veo regresar en ataúdes
y cánticos de amor en las praderas
donde toros habitan y virtudes.

Quiero salvarte pura y sin fronteras
y mi sexo mover en tus entrañas
como se mueve un brazo en las galeras.

Pero quiero tu ser sin artimañas,
sin hembra omnipotente o Venus loca;
que amor sin posesión mueve montañas.

EURIDICE

(Tota femina sexos)

Y yo quiero sorberte con mi boca
y brillaren en tu ser como un diamante
que alumbrase en la entraña de una roca.

Como en la estrella vive el navegante
yo quiero que tu ser, cóncavo leño,
mueva en mi piel de amor dedos de amante.

De ti quiero ser toda un solo dueño;
que a mi vientre aferrado permanezcas
como en la muerte habita y vive el sueño.

Y que sobre mis prados cantes, crezcas,
resbale tu sonido por mis lomas
y por mi soledad tus aguas frescas.

Donde pasa mi pie surgen aromas;
toca mi planta el suelo y se levanta
la vida en muchedumbre de palomas.

Cuando mi blanco pie pone su planta
sobre estas rocas, el infierno siente
el frescor del recuerdo que en mí canta.

Noche ciega y sin luz habrá en tu mente
si no llevas mi cuerpo hacia tu mundo
y lo miras abrirse dulcemente.

Quiero que oigas el címbalo profundo
destas entrañas mías donde suena
el símbolo de un cuerpo ebrio y fecundo.

Olvida a Venus psíquica en la arena;
que sus espumas caigan en la nada;
olvida ya la mar anadiomena.

Ven a vivir mi carne saturada
de dioses y demonios; ven y mira
esta carne de dioses endiablada

donde la voz del ser ruge y delira
como el hondo silencio de los montes
cuando tu voz se mezcla con la lira.

Todos los hombres son Janos bifrontes;
quieren todos volver a lo perdido
como quien va a futuros horizontes.

Nadie deja de ser lo que ya ha sido
y el que nace de vientre enamorado
a enamorado vientre es conducido.

En ángeles de sal desciende el hado
para azuzar los bueyes del olvido
y conmover los cedros del pasado.

Mira que de mujer fuiste nacido;
tu ser riente de fluvial euforia
a un vientre universal es conducido.

Muérete, pues, de vida transitoria
porque habrás algún día de quedarte
como un niño, desnudo y sin historia.

ORFEO

Eurídice, me voy hacia la parte
del mundo en la que sólo está presente
la voluntad de verte y no mirarte.

Me voy como los ciervos a la fuente,
simples de amor, delgados y sedientos
para beber la elástica corriente.

Me voy, me voy callando los tormentos
como se van los vientos, como pasan
bajo la luz del sol los pensamientos.

Sólo me das de tí cosas que abrazan,
nada puro me das, sólo pasiones
que los campos del ser queman y arrasan.

Ese vientre armonioso, a cuyo sones
baila todo el infierno, no me basta
para vivir ausente de mis dones;

detrás de esta luz simple y casta
y como en procesiones infernales
toros doscientos mil muestran el asta.

Brujas y monstruos danzan funerales
en tu vientre de amor, y zumban locas
las moscas en tus carnes inmortales.

Ese cuerpo de luz tiene cien bocas
de un esplendor secreto y miserable
que exhalan humo y miel, como estas rocas.

Tu dulce voz me corta como un sable
me convida a morir entre tus piernas
y a olvidar mi canción inolvidable.

Yo descendí cantando a estas cavernas
para buscar la luz de Prometeo
y en tu ser corporal formas eternas;

bajé queriendo recordarme Orfeo
y en lugar de los ciervos luminosos
encontré las panteras del deseo.

En otro tiempo fueron más hermosos
estos ojos, Eurídice, que ahora
se van, se van cantando entre sollozos.

No se acostumbra el ojo que no llora
a imaginar el mundo como un prado
donde, al lado del ciervo, el tigre mora.

Tu voz era en mi ser ritmo sagrado;
la pradera del mundo estaba hecha
para correr, correr enamorado.

Y ahora tu voz, envenenada flecha,
me ha enseñado a pensar que a cada instante
dentro del hombre el animal acecha.

En otro tiempo el ser era un diamante
Al fondo de de las cosas, y hoy se mueve
En una rosa líquida y cambiante.

Los campos de la vida, en los que llueve
continuamente el tiempo inextinguible
son hoy un frío resplandor de nieve.

Este Orfeo que soy, casto y terrible
podía conducir tu cuerpo mudo
al extremo fulgor de lo sensible.

Algún dios inocente, simple y rudo,
me condenas fatal a amar la vida
en tu cuerpo maléfico y desnudo.

Y este Orfeo que soy, abierta herida,
este Orfeo que ves y que prefieres
no puede hallar en tí la voz perdida.

He razado aleluyas, misereres,
Kyrie-leison benditos, gritos santos,
y he aprendido a rezar con las mujeres.

Arcos de soledad, siglos y llantos,
permanecí en silencio, ciego, inerte,
pisoteado por un millón de santos,

sin fuerza, amor, para volver a verte
por entre las velas y resurrecciones
y el estúpido aroma de la muerte.

Quiero resucitar aquellos sones
de cuando el dios del vino era una feria
de alegría, tragedia y procesiones.

¡Qué señorial y casta la miseria
de nada poseer sino aquel vino,
aquella extraña, inacabable histeria!

¡Terrestre carnaval, olor marino,
carro frutal de bestias suplicantes
donde ríen lo humano y lo divino…!

Carro de luz y carnes exultantes,
carne, huesos de paz, carne de guerra,
alma de eternidad, rosas de instantes;

y por las frentes un verdor que encierra
junto al alud de amor y sentimientos
el verdor milagroso de la tierra.

Lágrimas de la vid, frescos sarmientos
que del suelo crecisteis a mis manos
y de las manos a los pensamientos.

Deliciosos verdores y paganos
amores, hecatombes, ramalazos,
copa llena del dios, dedos humanos.

Eran bellos de ver sangrientos vasos
en procesión fatal de la alegría
y en tumulto de ménades y brazos.

La corriente del ser así fluía,
tal en racimos la pasión cantaba,
pasaba así la procesión del día.

Lo hímnico, lo triunfal era y estaba
en perseguir la eterna primavera
y a la vez adorar la que se acaba.

La rebelión humana toda era
Revuelta de las carnes y los huesos
Por conquistar el alma duradera.

Pero un alma de carne y no de rezos,
alma de humanidad interminable
de amor y de dolor, mordisco y besos.

Sobre el cordero se meneaba el sable
sabiendo que entre dioses y cuchillos
sólo lo que es humano es perdurable.

Sobre la muerte se meneaban brillos,
relámpagos sin fin, albas oscuras,
y en la noche del ser cantaban grillos.

¿Cómo no amar las bellamente impuras
estaciones del ser? Y aún ahora
¿Cómo no amar la tierra y sus criaturas?

Pero me crece el odio a toda hora
porque a este mundo lo gobierna un cerdo
borracho, ebrio de sangre, alma traidora.

¿Qué ha de perder mi vida y yo qué pierdo
de los reinos de Dios, si entre la muerte
oigo el desfile inmenso del recuerdo?

Y a este mundo de nervios, denso y fuerte,
tocar quiere una luz enamorada
que a lo fatal convierte en simple suerte.

Pero todo es al fondo ley dictada
desde la entraña de los elementos:
todo es azar fatal, espuma y nada.

III

JUPITER

¡Entusiasmo, Entusiasmo de la aurora!
¡Si reconozco apenas a este Orfeo
en revuelta metálica y sonora!

Prados eolios, vientos del Egeo,
¿reconocéis antiguos sacrificios
en este sacrificio del deseo?

¿En dónde están los blancos edificios
que habrán de sepultar esta agonía?
Prados, prados de ayer, vientos alisios

¿y reconoceréis la rebeldía
de un ser que canta libre entre las cosas
con una libertad que no es la mía?

¿Y donde están las piedras milagrosas
de lo fatal aquello, y las praderas,
y la inmortalidad de aquellas rosas?

ORFEO

Tampoco eres, mi dios, lo que antes eras;
ven a vivir el gran renacimiento
y a gobernar las nuevas primaveras.

Renovarse o morir… Ser como el viento
de la divinidad, que está en las rosas
y muere y vuelve a ser cada momento.

Estas fatalidades herrumbrosas
en cuya oscuridad el ser andaba
y movíase el orden de las cosas,

son hoy la libertad que ya anunciaba
la luz de Prometeo, y la alegría
que, sin querer, tu amor profetizaba.

Prometeo surcaba la agonía
como un sereno barco en la tormenta
y por amor del hombre padecía.

Por ese amor su víscera aún alienta,
su cuerpo aún triunfa del horror marino
y enseña al sol su libertad sangrienta.

Mi dios, la libertad es un espino
que azuza y hiere al hombre en sus entrañas
y hace saltar la sangre del destino.

Prometeo dio a luz razas extrañas,
y la sonoridad les dio conmigo
para mover, cantando, las montañas.

JUPITER

En Eurídice ves un enemigo
y no ves que te abraza enamorado
su cabello ondulante como el trigo.

ORFEO

Ese ligero azul cabello alado
y esa ternura cíclica y monstruosa
quieren volverme a ver despedazado.

JUPITER

¿Qué ves en su ternura milagrosa
y en su deseo de ceñir tu vida?

ORFEO

Veo una horrible espina entre la rosa
y rencor maternal de bestia herida.

JUPITER

¿No ves, Orfeo, que su sangre abraza
tus plantas y tus piernas, encendida?

ORFEO

Tú no conoces, dios, esa tenaza,
esa seda fluvial que como un lienzo
la voz de mis gargantas amordaza.

Dormido estás en tu recuerdo inmenso;
no puedes comprender lo que yo digo
ni pensar con mis ojos lo que pienso.

El hombre, que antes fue pan de tu trigo,
el poema en tu ser hecho y creado
con luz, sombra y amor, no está contigo.

La libertad del ser se ha consagrado;
te localiza el hombre con antenas
y triunfa Prometeo liberado.

Ya no hay angustias, destrucción ni penas
que amedrenten al hombre en su embestida
contra tu mar de perros y cadenas.

Transfórmate, mi dios, si quieres vida;
suaviza un poco tus murallas toscas,
que tu fatalidad está vencida.

Y a Eurídice, serpiente de mil roscas,
que su vientre feroz para y reviente
y su deseo exhale con sus moscas;

que resople su piel, siglos aviente
lejos de sí, y entonces, pura y suave
venga a decir su amor claro y sonriente.

Sólo así mi instrumento hablará grave,
contará con la voz de su destino
y tendrá puerto el hueco de mi nave.

Ven a beber, mi dios, en este vino
de la desgracia humana, y de la gracia
de transitar los dos igual camino.

Mira como mi canto no se sacia
con este antiguo viento que regresa
viento de Europa azul, viento del Asia.

Con esta ola que vieve, y muere, y besa,
haz que asomen tus proas inmortales
sobre esta playa humana que no cesa.

Y como en las divinas bacanales
barcas humanas de divinos remos
volveremos a ser ciegos, fatales,

volveremos a ser, y volveremos…!

ORFEO

(Nuevo cuadro. Campos eolios
Orfeo canta con su instrumneto.
Lírica eolia. Una sola voz)

Prado de ojos y cedros silbadores
donde el ciervo del ser corre asustado
como el ave que danza en los verdores;

verdes lomas del mundo recordado,
pechos suaves y lentos de mi historia
cuyo futuro canta en el pasado.

Y otoño en oro de secreta gloria
creciendo entre los árboles serenos
como crece el recuerdo en la memoria.

Campos de mi ebriedad, negros terrenos
donde muere la muerte y nace el vino,
el más sagrado y fiel de los venenos,

de los dones del sol el más divino
que al imbécil sin luz hunde y separa
de aquel a quien le da fuerza y destino.

Ríos de amor antiguo y alma clara,
dejad que lave Eurídice el deseo,
dejad que vuelva a ver su antigua cara.

Permitidla volver a ser de Orfeo,
dejadme contemplar la vida entera
y no esas fauces negras que yo veo.

¿Y volverá la enorme primavera?
Lo eterno ¿volverá a ser un momento?
¿Cantará en lo que he sido lo que era?

En estas frondas ¿cantará aquel viento?
Vuélvete, amor, regresa, que en tus pechos
veo venir el gran renacimiento.

BACANTES

(Música atroz. Chillidos electrónicos)

Lo que no te esperabas, Orfeo
lo que no imaginó tu guitarra
fue esta bella y estúpida garra
que hundirá tu virtud en deseo.

Míranos que en el prado avanzamos
Y en falanges venimos a verte;
Te traemos los últimos ramos,
Te traemos el don de la muerte.

Sobre ramas, y crac, sobre ramas,
sobre hojas, y crac, sobre hojas,
ya tu piel arderá en llamas rojas
porque en todo lo seco habrá llamas.

¡Que te damos el don de la vida!
¡Que de Eurídice el don te traemos!
Una barca de amor conducida
por fatales y lúcidos remos.

Que te viene el amor
y el dolor
y el blancor
de la muerte;
que te viene la trágica hora
y te viene la vida
teñida
de muerte;
¡que te viene la trágica aurora!

ORFEO

¡Fuera, putas del bosque, hembras hambrientas,
que os enrabia este canto liberado
de esas bocas famélicas, sangrientas!

¡Fuera, putas de Dios, dejadme atado
a esta soledad en donde vivo;
id a buscar al Príapo encelado,

váyase al diablo vuestro amor lascivo,
dejad mi cielo trágico y sereno,
dejad a un hombre ser dios sensitivo.

BACANTES

Cric, crac, grrr, grrr,
cric, cric,
crac, crac,
que te habremos de destruir
que te habremos de destrozar
y te haremos gemir
y te haremos rogar
y te haremos llorar y morir.

Grrr, grrr, tu vida
no vale nada, Orfeo;
y que tu vida no vale nada,
y que la nada no vale tu vida,
y al demonio con Prometeo,
y al demonio con tu demonio
y con la indiferencia
de tu llanto
y con ese maldito armonio
y con esa maldita paciencia
conque labras tu trágico canto.

ORFEO

Desprecio de oro, ven a esta garganta
como al cedro silente van los vientos:
¡fuera, fuera de mí, canalla santa!

En mandas, en ménades, en lentos
arrozales de horror, cerca las veo
avanzar como ejércitos sedientos,

todo el prado sembrado de deseo,
de un lys negro cubriendo la llanura,
hacia la imbécil destrucción de Orfeo.

Son bellas. Por sus miembros, la luz pura
del bosque. Puso un cielo femenino;
pero al fondo olvidó la garra dura.

Divinas son. Mi ser, viejo y divino
sabe cuán dulces son en primavera
y cómo, en otoño, odian el vino.

Pero Baco es aún más de lo que era:
vino que nace en todas estaciones,
ebriedad en el hombre duradera.

Mi dios sabe escuchar los ebrios sones
de un poeta que canta entre las cosas
un tiempo de divinas estaciones.

Bacantes, ay, del tiempo! Blancas losas
donde no fluye el ser, donde no pasa
la vida con sus aguas milagrosas.

VENUS

(Vestida de cazadora)

Hijo mío, la sangre de tu casa
te hace volver al vientre en que has nacido,
a la fuerza vital que ama y abraza.

La carroña carnal se ha desprendido
de tu lucido amor, y tu pasado
sabe cómo jugar con el olvido.

ORFEO

¿Quién eres tú, que madre te has llamado?

VENUS

El vino de tu ser creció en mi copa.

ORFEO

Y el vino de mi ser creció asombrado.

Deja caer de ti la blanca ropa
y en tu frescor podré reconocerte
si eres la hija de Grecia y de la Europa.

VENUS
(Deja caer sus vestiduras)

En esta desnudez habrás de verte;
mírate bien, Orfeo, en el espejo
donde habrás de vivir hasta tu muerte.

ORFEO
(Retrocediendo: terribilis et mirabilis)

¡Cómo se ha vuelto mi ojo frío y viejo!

VENUS

Joven es tu ojo azul, grande y razgado;
joven, sereno y puro tu entrecejo.

Que es joven, hijo mío, lo pasado
cuando el ojo de un hombre está despierto
y en el reino del ser mira asombrado.

Cierto es el corazón, el cuerpo cierto
pero aún es más cierto el ser de carne humana
cuando en la noche sueña que está muerto.

En tus tinieblas sueñas la mañana,
y sueñas que estás muerto, y que tu vida
en su silencio lleva una campana.

Densa carne de siglos, carne herida,
soñando estás que vives, y entre los sueños
tal vez puedas hallar la luz perdida.

Grandes tus pasos, y tus pies, pequeños,
hacia Estigias, Infiernos, Misereres
echaste sobre el mar cóncavos leños,

barcas llenas de dioses y de seres
que esperando hallar lo femenino
y no un violento pueblo de mujeres.

Pero yo soy el fin de tu camino,
y en mí, hallarás, al fin, enamorado,
tu libertad, tu pueblo y tu destino.

ORFEO

Sueño, madre, que soy sueño soñado;
¿y quién soñó este sueño persistente,
quién soñó lo futuro y lo pasado?

VENUS

Nadie ha soñado nada, y es tu mente
la que pone principio y fin al mundo
siendo este mundo eterno ser presente.

ORFEO

Un sueño tuve yo, casto y fecundo:
era una gruta azul, como una huída,
yo era superficial en lo profundo.

¿Quién pudo soñar una salida
no vio que el hondo mar es alta espuma
y la muerte lo mismo que la vida?

Donde canta la luz, sueña la bruma;
queda un humo del ser de lo que estaba
y lo presente y real se nos esfuma.

Todo es contradicción…! El hombre amaba
lo que hubo de roerlo, y sin embargo
el hombre empieza donde el hombre acaba.

Noche es alba y luz sombra y dulce amargo;
la pobre vida humana, una arboleda
junto a un sendero a veces corto y largo.

¡Ah, la marcha del tiempo, una gran rueda
que tritura las mieses del destino!
Y todo lo que pasa siempre queda.

Una gran rueda el tiempo y remolino
donde se mezclan horas y ciudades,
agua furiosa y espumante vino;

los tiempos se revelan, las edades
y en el reino infernal donde vivía
se amotinan, sangrientas, las deidades.

Todo instante futuro es ya tardía
reminiscencia de algo más futuro;
y este camino de hoy, antigua vía.

Rayo continuo el tiempo en cielo oscuro
delicado relámpago la aurora
que nos parece ser presente puro.

Todo es contradicción, mudez sonora,
eternidad silbante de los vientos,
respiración humana de la hora.

¡Todo, todo lo eterno son fragmentos!
La sustancia del mundo es sólo un río,
agua total que fluye netre momentos.

VENUS

Amo ese tiempo eterno tuyo y mío;
pero ¿de dónde espacio y primavera
han de sacar el tiempo del estío?

Hijo, tú eras un ser que estaba y era,
y tiempo cantaba entre las cosas;
amaba el espacio azul de la pradera.

Ama la claridad ebria de rosas,
ama el espacio eurídice en fluviales
y dulces aguas verdes milagrosas.

Todo es contradicción, fiesta y cristales
del mundo, Orfeo, y van por la cañada
donde juega el azar, aguas fatales.

Todo es contradicción, fiesta sagrada…!
La Eurídice animal de la que huye
tu canción, volverá purificada.

Y no será la bestia que destruye
maternal y furiosa, cuando amas;
será la virgen que en tu sangre fluye.

Alguien oirá cuando en la noche llamas
al universal fuego de la historia;
saldrá pura la virgen de las llamas.

Todo es contradicción, desgracia y gloria…!
El futuro equilibrio es un pasado
y el porvenir un don de la memoria.

ORFEO
(Solo. Prados eolios. Último cuadro)

Sobre este ser original, creado
con mi sólo recuerdo y con mi duda
¿podré yo adivinar lo recordado?

En este río de ángeles que muda
su ser a todas horas y es constante
¿bañaré yo mi libertad desnuda?

Y en este prado de árboles silbantes,
mi alma que vive de cantar la vida
¿pervivirá a las rosas del instante?

Tal vez vuelva a sangrar la vieja herida,
acaso un viejo y gigantesco armonio
vuelva a encontrar en mí su voz perdida.

Acaso, acaso un viejo testimonio
lo diga todo! Pero el mundo, ahora
sobre otro dios está y otro demonio.

Suenan materia y alma entresonora,
lanza y cuchillo en cascos y enemigos
y los caballos blancos de la aurora.

Alpes y Vosgos son viejos testigos.
con soplos de odio ululan los mortales
y al viento del amor silban los trigos.

¡Oh vértebras gigantes, minerales
piedra sonora y mudo cautiverio,
gran silencio de rocas animales!

¿No volverá a nacer el viejo imperio?
¿No hay algo eterno en vuestros viejos dones,
alguna profesía, algún misterio?

Mi virgen rebelión y mis canciones
hara que, maternal, cruja la entraña
de los montes, y bajen en peñones

y se rompa de amor cada montaña
y toda Europa cruja y se difunda
por toda la espaciosa y triste España.

De esa primer Europa, una segunda
resurgirá cantando con mis manos;
verá nacer su vida más profunda.

Se harán los pueblos todos más cercanos,
todos colores de una gran pintura
donde equilibrio y masa son humanos.

¿Hay pintor que me pinte esa figura
donde no hay brazo humano que no sea
un dibujo sin luz, materia oscura?

Aún, a pesar del tiempo, el sol desea
que Prometeo triunfe de los dioses
y preda en su fulgor la antigua tea.

Y una apretada multitud de roces,
el pueblo humano, espera que se encienda
un incendio total de verdes voces.

Vendrá el tiempo en que un buey será la prenda
de los dioses que habitan en la nada;
y hablará el vino en la fatal merienda.

Y vendrá el tiempo en que mi mano, helada
al frío de los siglos, cante sola
como canta una voz enamorada.

Si cada hombre en su altar la bestia inmola
vendrá otro amanecer claro y surgente
como una verde y gigantesca ola.

Y al ser que iba a morir fresco y sonriente
Sobrevendrán corrientes inmortales
Y su agua será toda y permanente.

¡Qué címbalos y flautas de cristales
vendrían del universo, y qué sonido
no escucharán las barcas siderales!

No Dido, sí Lavinia! Jamás Dido
me impedirá la tierra duradera,
el verdadero reino prometido.

Aún hay sobre este mundo una pradera
para el hondo y final renacimiento,
para la vieja y nueva primavera.

Sobre la tierra triste hay un fragmento,
una Hesperia de luz por donde el llanto
vuela odio y vuela amor, igual que el viento.

No podrán la metralla ni el espanto
de morir en la sombra, atar mi verso;
siempre habrá algún refugio para el canto.

Dejadme algo de genio, algo de esfuerzo,
veréis mi libertad, veréis mi domo;
el caballo fatal del universo.

Eurídice fatal, ya verás cómo
tu amor y tus recuerdos miserables
duro me dan y duro sobre el lomo;

duro como con y látigo de cables
como la mar del tiempo en las criaturas
sus viejas aguas tristes incansables.

Pero sólo verás las líneas puras
de tu ser, cuando suenes en mis manos
entre visiones rápidas y oscuras,

como concierto de rituales pianos
como un órgano en fuga sostenido
por pilares artísticos y humanos.

Me quema el soplo del recuerdo herido,
me duele la amplitud de cuanto vive,
árdeme el resplendor de lo vivido.

¡Tanto recuerdo atroz me circunscribe…!
Esta canción que ayer no recordaba
hoy su memoria sobre el aire escribe.

Lo que ha sido recuerda lo que estaba,
las viejas dudas tiene alo cierto,
y el que dio amor no supo cuánto daba.

Más me valiera estar cumplido y muerto
que presenciar jamás el acto mudo
de caminar la arena en el desierto.

***

Y sin embargo, y a pesar, el nudo
que a mi vida sostiene, no está suelto;
mi libertad, un dios que anda desnudo

por el prado camina simple, esbelto
como tigre de orgullo y de certeza
resuelto al canto y al amor resuelto.

Yo tengo un dios antiguo en toda mesa
donde el vino, terrestre y masculino
sube como un recuerdo a la cabeza.

Dura tabla pagana en donde el vino
basta para inventar una criatura
con un papel, un lápiz y un destino!

Penetraré cantando la espesura
donde gimen los hombres hacinados,
con mi vino, mi voz y mi tortura.

La pobre humanidad de ojos cerrados
abrirá las ventanas, y la brisa
refrescará los ojos calcinados.

La pobre humanidad, ebria de prisa
volverá a hallar dramático descanso
pero será en el canto y la sonrisa.

Y será de un irónico remanso
donde saldrá del agua una campana
y un río nacerá, silente y manso.

No será de fusil la vida humana
ni del oro será, sino del verso
de un ser puro que llora en la montaña.

Fluya el río del ser viviente y terso
y el mar lave los cielos con sus manos:
que se conserve limpio el universo.

CORO FINAL

Veo venir diez mil renacimientos
y al fondo de este tiempo conmovido
la eternidad del ser hecha momentos.

Veo volver los pájaros al nido
y todo lo que es hoy la vida humana
volver sangrando a todo lo que ha sido.

Tan sonora es la luz, y tan cercana
al oído de un ser que se despierta
como el són auroral de una campana.

La garza de la mente no está muerta
y mientras haya vida y esperanza
clara es la vida y la esperanza cierta.

Ah, cuidemos los Idus, Marzo avanza
como una espada inmensa en el abismo
y en nuestra noche el rayo no descansa!

Sólo el hombre destruye al hombre mismo;
vosotros, que aún amáis, mirad que ahora
puede venir, total, el cataclismo.

Siempre estará mi ser viendo lejanos
ciervos del río que la mar devora;
y en la noche fluvial de los humanos

una terrible y milagrosa aurora.


FIN


NOTA FINAL DEL AUTOR

Este poema o cantata, publicado por primera vez en 1980, fue escrito en 1961. El primer manuscrito data ya de veintisiete años. Estaba yo recién llegado de Europa y quise resumir en un vasto poema todo mi sentimiento de la antigua cultura. Canté una Europa pasada y una Europa futura, y lo hice con mi letra de americano. Después de tantos años y de sucesivos manuscritos y correcciones, al fin he abandonado a su suerte este poema musical. Musical, digo, porque está escrito para ser cantado o recitado con acompañamiento de liras, pianos o violines. Tal vez algún día un músico y un escenógrafo se decidan a emprender al loca aventura de montar este poema en un teatro. Podría hacerse con él un verdadero ballet ruso al estilo de los de Diaguilev. En cuanto a la crítica y los colegas, no espero absolutamente nada. Sé que este poema es desusado, fuera de tiempo; es más bien un poema para el futuro. Hoy no se usan los poemas largos y muy trabajados, llevados hasta la máxima perfección formal. Yo me contentaré con que uno o dos espíritus afinados musicalmente sepan comprender el secreto esplendor de estos versos que ahora van a correr su destino entre las gentes. En este poema, POESIA es: combinación musical de símbolos.

LUDOVICO SILVA
OPERA POETICA 1958-1982
Ediciones de la Presidencia de la República
Marzo, caracas, 1988.