Sobre Cenizas


Enrique Plata Ramírez. Nació en Maracaibo, Zulia (1959). Narrador, Doctor en Literatura (Summa Cum Laude) en la Universidad Complutense de Madrid (2004). Magíster en Literatura Iberoamericana y Licenciado en Letras (ULA), Profesor del Instituto de Investigaciones Literarias (Facultad de Humanidades, ULA). Con el cuento Quilitoño fue acreedor del I Premio de Cuentos «José Benedicto Monsalve» (Diario Frontera, Mérida, 1989), Finalista del Concurso del Cuento Zuliano. Maracaibo, 1987. Menciones en el Concurso Internacional de Cuentos «A quien pueda interesar» (Tamaulipas, México, 2000) en «IV Concurso Internacional de Relatos Jamais» (Sevilla—España, 2001), en Concurso de Cuentos «Casa Nacional del Teatro» (Santo Domingo, RD. 2001). Premio «I Concurso de Novela Corredor del Henares» (Torrejón de Ardoz, España, 2002). Finalista en II Concurso de Cuentos «Melpómene», Villa de Ingenio (Las Palmas Gran Canarias, España, Abril 2002), en I Concurso de Cuento Breve y Cuento Erótico (Alternativa Editorial, Galicia, 2002). Ya no estás más a mi lado corazón, recibió el Premio de Novela 2003, de la Asociación de Profesores de la ULA, Mérida, y Al acecho de la postmodernidad, Primer Premio de Ensayo 2004., de la Asociación de Profesores de la ULA.

Publicaciones

Nárvera: ¡Calores! (Mérida, 1988), Azares y otros cuentos (Mérida, 1997), «Tu cuerpo como la noche». En: Molto Vivace. Antología de Cuentos Musicales (Madrid, Páginas de Espuma, 2001), Actos de Magia (Madrid, ACL «Corredor del Henares», 2002), «Actos de Magia». En: Antología de cuentos inéditos 2 (Sevilla, Jamais, 2003). Harot: o la venganza de Polifemo (Mérida, Solar/ AEM, 1999) y Ya no estás más a mi lado, corazón (Mérida, APULA, 2004. Al acecho de la postmodernidad (Mérida, Asociación de Profesores de la ULA, 2005). Cuentos y cuentistas. Presencia de un nuevo lenguaje narrativo (Madrid, ACL «Corredor del Henares», 2003). Inéditos: Quilitoño, Los Regresos; Territorios Sagrados y otros espacios cercanos I y II; Yo no he visto a Linda, y Strike Cantado.


SOBRE CENIZAS

(fragmentos)




1

El teléfono repicaba furiosamente. Afuera caía una fuerte nevada que me mantenía escondido bajo las sabanas. Serían las dos o tres de la mañana y por nada del mundo quería levantarme a atender, seguramente se trataba de algún necio que llamaba para fastidiar. Me arropé hasta la cabeza y olvidándome del teléfono volví a quedarme dormido. Me levanté muy tarde, cerca del mediodía, monté la greca del café, me di un baño, preparé el desayuno y me dispuse a escuchar los mensajes. En un rato debería estar saliendo al trabajo. Afuera seguía nevando y supuse que muy pocas personas andarían pateando las calles madrileñas.

—¡Amor, sé que estás allí! –dijo una voz muy agitada, como si algo espantoso la persiguiera, o quizá, como si acabara de develar un terrible secreto– ¡he encontrado el umbral!... Esta misma noche lo traspasaré –reconocí la voz de Cecilia– trata de no demorarte, estaré del otro lado aguardándote... ¡Te amo negro! –Colgó. Sentí la excitación de su voz por aquel supuesto umbral que acababa de encontrar y juro que no alcancé a comprender nada de lo que decía.



2

Algunas veces tengo la sensación de que alguien me vigila. Es algo que me resulta muy incómodo, y de alguna manera indescriptible, por ejemplo, cuando sientes la mirada penetrante de alguien que por cualquier razón no cesa de mirarte desde un rincón o lugar que no alcanzas a descubrir. Otras veces siento como si un ser indefinible, etéreo, me observara permanentemente, como si yo habitara detrás de una gran pantalla cinematográfica y unos ojos –o muchos ojos, cientos de ojos, miles de ojos, los de todos los espectadores o curiosos– siguieran cada uno de mis pasos, de mis movimientos, por extraños y banales que parezcan. Esta sensación me escuece enormemente, y cierta angustia y temor me invaden al pensar que alguien ordena, desde alguna parte que no alcanzo a vislumbrar, cada uno de los actos que debo realizar, incluso, cada una de las palabras que debo decir, y más aterrador aún, mis pensamientos, como si existiera una fisura cerebral por medio de la cual ordenara todos mis actos.

Son esos los días en que me creo una marioneta movida por los más delgados hilos de la vida y anhelo encontrar un lugar remoto donde poder esconderme, pero aquella mirada implacable me persigue por todas partes, sin darme tregua, ni un mínimo descanso. Siento su pesada fuerza caer sobre mis hombros, como si el acto de la mirada me ajusticiara por algún crimen implacable. Soy Caín, acusado por todos, sin poder encontrar un lugar para esconderme y darle reposo a mis huesos. Quedo, entonces, plenamente a disposición de las parcas y muchas veces deseo que una de ellas corte el puto hilo y me deje caer al abismo de la nada.

Es una sensación terrible, de angustia y desasosiego, porque dudas de tu existencia, porque piensas si tú (yo en este caso) no eres el Otro (o no eres nadie), quien está detrás de la pantalla, o eres un ser de pacotilla, un figurín de una pantalla cualquiera. Del televisor o de una computadora, por ejemplo. Es cuando anhelo una calle larga, que sea la salida de estas regiones inverosímiles; una calle en donde pueda abandonar todo mi temor, mi espanto; una calle larga, muy larga, para echar a correr y que nadie pueda detenerme jamás; una calle larga que, paradójicamente y por alguna inexplicable razón, me atemoriza...

Resulta horrible esa sensación. Desesperante, porque te produce cierto escozor en alguna parte de ti. Es asqueroso sentirse vigilado, atado a unos actos y hechos que muchas veces no queremos realizar, que de cierta manera sabes que no son tuyos, que quisieras rechazar pero no puedes ¿Será que desde alguna dimensión otra, alguien, un dios o un humano, nos dicta las pautas que hemos de seguir durante toda nuestra vida? En alguna parte ha de existir una puerta o una ventana que sirva de conexión o de entrada a otro mundo, mundo de realidades y pesadillas angustiantes o de virtualidades agobiantes. Será una entrada secreta que permita acceder al más allá, por donde podremos huir, escapar. Sé que voy a encontrarla, seguramente al final de una calle muy larga.

Siete niños van corriendo por una calle larga, todos tienen miedo. La calle se vuelve un callejón sin salida y a mediodía, cuando alguien baja el interruptor, todo se torna oscuro, regresan las tinieblas, la medianoche se instala en los corazones y el vacío, reina. Ojalá tuviéramos otras razones para tener miedo. Siete niños corren por una calle muy larga...



3

Algunas veces nos toca representar papeles distintos a los nuestros. Yo, por ejemplo, en ocasiones he sido mi padre, mi hermano y mi propio rival. Tampoco le encuentro sentido el tener que representar nuestro propio drama, a fin de cuentas no es más que la forma de aflorar nuestras pulsiones, nuestros bajos instintos, nuestras pasiones.

Cuando soy mi padre y debo saltar por encima de él, mi rival me agrede, me escupe y suelta una sarta de idioteces. En ese instante me recojo sobre mí mismo y comienzo a soñar. El sueño siempre será una posibilidad de escape.

Aunque también puede resultar una pesadilla. De alguna manera, es la posibilidad inmediata que tengo de reencontrarme con Mariela.



Fecha: Marzo 10 de 2001 9:46:55 AM / De: "Mary"

mmariela@unicornios.com /Asunto: estás bien????? /

Para: "El DinosaurioRojo" eldinosauriorojo@dinosaurios.com /

Hola!!!!!



De nuevo apareciste en mis sueños. Estabas en tu casa, tenías una pierna rota, no podías caminar y por ello no me habías escrito, no sé cómo me enteré pero cuando lo supe decidí ir a visitarte. Llegué a tu casa con mi madre, mi hermana y una amiga, y estabas allí con tu pierna enyesada, recostado en un sofá, que se veía muy cómodo por cierto, con libros alrededor, y lo mejor, sonriendo y bromeando como siempre... Espero que todo esté bien. Besos y un caluroso abrazo. MM.



4

Nunca he creído mucho en eso de los sueños, que es como decir me importan un pito Freud, Jung, Lacán, y toda esa cuerda de pirados que se han dedicado al estudio de los sueños. De los sueños de otros, desde luego y nunca de los de ellos mismos.

Siempre ha habido un interés lúdico y morboso por abordar los espacios del otro, por transgredir sus ámbitos y violar sus territorios, sólo para achacarle a ese otro lo que no queremos ver en nosotros. En última instancia, si quisiera aceptar una especie de premonición o vainas de esas, prefiero la historia de José, el judío vendido por sus hermanos.

Debe ser bien jodido tener a un hermano narcisista, egocéntrico, que a cada rato te esté recordando que él es el elegido de Dios y uno que no pasa de ser un bolsa de mierda que ni siquiera el fulano diablo, Luzbel,Satán o como coños se llame, te preste atención y menos aún te invite a participar de su sublevación intergaláctica.

Es allí cuando te das cuenta que no eres nadie, que tu vida no vale una mierda y que los charros mexicanos tienen razón cuando comienzan con su llanto quejumbroso de si "No vale nada la vida, la vida no vale nadaaa...

Se empieza siempre llorando y así llorando se acaba..."

La vaina que producía cierta envidia con respecto a José, era que podía encontrar las claves ocultas en los sueños, claro siempre las claves que mandaba Dios, y ha de ser bien arrecho eso de estar recibiendo señales de Dios. Porque debe resultar del carajo llegar y decirle a la jeva que a uno le gusta: "¡Epale mujer, tú sabes que Dios, Nuestro Señor, me dijo que tú eras la jeva de mi vida..." Y mirarla después, directamente a los ojos, y ver para donde coge con esa pata hinchada. De puta madre debe ser todo aquello.

Sin embargo, más realistamente, creo que la mayoría de las veces los sueños sirven para esconder nuestros temores, nuestras frustraciones, nuestros deseos, y en algunas ocasiones para mostrar nuestros anhelos, nuestras ensoñaciones y nuestras carencias, desde luego. El mundo de los sueños es otro espacio del cual, si lográramos arribar adecuadamente, no regresaríamos, en el supuesto caso de que nos fuera favorable, o saldríamos pitando, si nos resultara tenebroso, terrorífico, horroroso, y cosas de esas.

Y es que debe ser bien jodido encontrarse al conde Drácula en uno de nuestros sueños. Y uno también con la pata enyesada para donde coge. A dar brincos en esa puta cama para que el coño loco vampiro no te muerda el cuello y evitar convertirte en un pálido inmortal, y cuando regresas, cuando vuelves a la oscura realidad de aquella noche de pesadillas, te encuentras con las bolas arrugadas y chiquititas, recogidas sobre sí mismas del puro espanto nomás.

—Los sueños, por cierto, son como las mujeres: imprevisibles. Tú sueñas una vaina y juras que significa tal cosa pero es lo contrario. Igual pasa con las mujeres, cuando te dicen que no es que sí. Nunca he podido comprender a ninguna mujer, eso sí, las prefiero a cualquier hombre aunque se cuele en esto una posición machista, total, quién dijo que el machismo era malo, y menos aún después de haber descubierto la insurgencia del hembrismo, tan funesto como el machismo. A fin de cuentas, el machismo era la institución por medio del cual nuestras madres mantenían el dominio de los hombres de la casa.

Había una sana manifestación del machismo impulsado por nuestras madres. Deformado sólo por unos cuantos estúpidos que creían que caerle a coñazos a la mujer era sinónimo de gallardía. Una vez leí por la prensa acerca de un fulano que había seguido a su mujer hasta comprobar que le era infiel y la esperó pacientemente en casa, esperó incluso que se duchara y se acostara, luego, metiéndole un coñazo en la mandíbula que la dejó sin sentido por un rato que debió ser muy largo, la desnudó y la ató a la cama. Cuando la tipa despertó, le había cortado los pezones y jugaba con ellos con cierto placer demoníaco. No pudo gritar porque tenía la boca vendada, así tuvo que soportar que le depilara la cocoya y se la fuera rebanando lentamente, haciéndole una incisiva ablación, con cierta locura y sadismo, primero el clítoris, luego los labios mayores y finalmente los menores, y peor aún, que el fulano comenzara a digerirla mientras se masturbaba sobre el rostro de ella. Después le corto una mejilla y volvió el tipo a masturbarse sobre ella, mezclando el semen con la sangre; más tarde le rebanó una nalga y una teta completa, y vuelta el tipo a masturbarse; así hasta que la fulana murió desangrada y se enteraron del asunto porque una hermana de la tipa llegó de improviso a visitarlos y se encontró con aquel dantesco espectáculo, con el tipo desnudo arriba de su mujer. La hermana salió dando gritos, asustada y creyendo que el hombre podía agredirla a ella también El fulano ni siquiera intentó vestirse, terminó de hacerle el amor por enésima vez, y esperó pacientemente a que llegara la policía y se lo llevara. Alegó que sólo quería darle un escarmiento en carne viva.

Aquella historia dantesca, contada por el fulano mismo a una de esas revistas amarillistas de crímenes pasionales y cosas por el estilo, me dejó alucinado por mucho tiempo. Sólo que la misma estupidez se repite con el hembrismo, las mujeres prepotentes que consideran que jodiendo al hombre, incluso a sus hijos, se están redimiendo de no sé cuántos miles de años de atropellos e injusticias.

Las mujeres son los seres más extraños del universo. Hoy te dicen algo y mañana le dan la vuelta y te dicen que jamás dijeron eso, sino todo lo contrario y lo arrecho es que te lo hacen creer. Y no es la paja esa de que si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Esas son pazjuatadas para sostener la época, el momento, el bestsellerismo. Hasta tanto no entendamos que hombre y mujer son dos mitades exactamente iguales, sin que uno sea mejor que el otro, ni siquiera complemento del otro, nunca podremos afirmar que el ser humano sea plenamente feliz e igual. La diferencia, más allá de la vaina sexual que cada cual lleva entre las piernas, está en el cerebro, es decir, como hay hombres inteligentes hay mujeres inteligentes; como hay hombres estúpidos las hay también mujeres. Eso es todo, el aprovechamiento de la inteligencia, y tampoco por aquella paja de la seducción, de lo erótico y tal y que sé yo.

Eva sedujo a Adán al verle aquella erguida serpiente entre las piernas, pero Adán estuvo así al ver la higuera que Eva llevaba consigo. Uno y otro, para decirlo en términos orientales, no son más que el yang y el yin. Y que me llamen machista, si las mujeres tienen derecho a declararse feministas, yo tengo el mismo derecho a declararme machista. Aunque muchas veces mi mujer me grite: "¡Hoy te toca dormir en el suelo!"



5

Lo de Mariela es bien extraño. Ambos vivimos huyendo de nosotros mismos. Sé que llevo todo un caudal de sentimientos nobles y firmes hacia ella, pero también sé que, por alguna poderosa razón, debo distanciarme, alejarme lo más que pueda. Sé que ella siente tanto como yo, aunque siempre lo niegue o pretenda ocultarlo. Incluso por encima de las frustraciones y desencantos.

Hay una búsqueda mutua, uno de la otra, o a la inversa, es una búsqueda permanente, incluso en los sueños, como si no existiéramos más que ella y yo. Ella siempre intentando protegerme, que si una pata rota, o la pata hinchada, o cosas así; yo siempre queriendo amarla: en mis sueños hay un Café pequeño y nosotros solemos encontrarnos allí. De fondo una vieja canción de The Beatles. A veces nada nos decimos, sólo nos tomamos de las manos y nos quedamos mirando mucho rato. Otras le leo poemas o ella cuenta sobre mitos y leyendas, en especial sobre un gallito de oro que su abuelo, gallero reconocido, solía llevar consigo a todas partes. Es un Café que se encuentra en una calle poco concurrida, a las afueras de la ciudad. Las personas entran y salen y nosotros allí. Luego, muchísimo rato después, cada cual toma su camino.

Lo curioso es que en el sueño pareciera que nos estuviésemos viendo a escondidas, como dos furtivos amantes, pero luego al regresar a casa, la encuentro allí, tan hermosa, tan radiante, y no pasamos de un frío hola.

Como si fuera mi mujer desde hace diez años y nos estuviésemos engañando con nosotros mismos. Nunca se lo he contado porque de seguro se echaría a reír y exclamaría ¡Qué loco eres! Pero eso es en uno de mis sueños. Una vez sentí que debía huir de su lado y me fui. Quería estar lo más lejos posible, para olvidarla quizá, para sacudírmela, para sacarme ese espanto hermoso que me hace llevarla en alguna parte de mí mismo. Esa fue la primera vez que llegué a París.

Llovía y hacía un frío de puta madre. La llevaba tan adentro que su recuerdo me rasguñaba y me hería y me producía fisuras por donde se escapaba su imagen, su risa, su mirada.

Tiene la mirada más hermosa que jamás haya contemplado. Es una mirada cálida y muy tierna, como si con ella pretendiera abrigarme, protegerme.

Quizás sea eso lo que más me atraiga de ella. Es una mirada infinita, apacible, pero a la vez muy lejana. Como si escondiera algo oscuro, tenebroso, pecaminoso, no lo sé, algo indefinible.

Sé que con ella ha querido muchas veces abrigarme, pero por alguna extraña razón, aunque la amaba como a nadie, yo deseaba huir de su lado, sentía que necesitaba estar lejos y por eso llegué a París. Era primavera, llovía y hacía frío. Me dediqué durante un mes a caminar, a deambular por todas partes, a cumplir el ritual del turista o del vagabundo, a ir y venir sin motivo aparente, y sólo días antes de regresarme le envié un email: Fecha: Jueves, 18 de Mayo de 2000 10:44 a.m.



De: "El Dinosaurio Rojo" eldinosauriorojo@dinosaurios.com

Asunto: viaje Para: "Mary" mmariela@unicornios.com



¡Hola mujer!

Estoy en París, asombrado y boquiabierto en esta ciudad infinita. Deseo verte el martes, si dios lo permite, no te comprometas, por favor, hasta el viernes, pues espero secuestrarte hasta ese día. Un abrazo. Yo, el dinosaurio rojo.



6

Todo regreso implica siempre la posibilidad de un encuentro con alguien. Yo añoraba verla, abrazarla y decirle lo que sabe y no acepta. No entiendo por qué tenemos que huir de nosotros mismos, como si un dios pequeño, irascible y voluminoso quisiera distanciarnos. Algunas veces somos el envés y el revés, la derecha y la izquierda, el punto donde convergen y distancian lo anterior y lo posterior. Somos parte de aquellos siete niños asustados que recorren la calle, que huyen de lo cuadrado de nuestro mundo interior que ha sellado cualquier atisbo de salida.

Una bandada de palomas levanta vuelo desordenadamente, parecen querer huir hacia otro cielo, más brillante, más lejano, en donde no haya guerras ni vacíos ni llanto. Las palomas son muy blancas, aunque a veces parecen oscuras y cuando se alejan, puntitos grises en el cielo gris.

Desde una ventana de cristal, alguien observa todos aquellos movimientos. Su universo parece una hoja en blanco que de pronto se va llenando de huellas, de manchas, de pasos... Siete niños corren por una calle muy larga, todos tienen miedo...



7

¿Y si no fuéramos más que la vieja fotografía en sepia colgada en alguna pared, contemplada nostálgicamente por alguien que alguna vez nos amó?

¿Y si no fuéramos nosotros mismos, sino las imágenes de aquellos archivos aparecidos de pronto mientras un Otro crea mundos disímiles y distantes en el disco duro de alguna computadora?

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