Por una oscura calle


Nació en Tucacas, Falcón, Venezuela, 1940. Poeta, ensayista y académico. Profesor jubilado del Instituto de Investigaciones Literarias de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, del que fue su Director en dos oportunidades. Pertenece a la Academia de Mérida bajo la condición de Miembro de Número, y en su actual Junta Directiva se desempeña como bibliotecario. Fue Presidente de la Asociación de Escritores de Mérida.

PUBLICACIONES

Curso determinado (en colaboración con Juan Pintó, Maracaibo, Universidad del Zulia, LUZ, 1966), Constancia del amor y de la muerte (Maracaibo, LUZ, 1968), Tiempo y cauce (Mérida, DIGECEX ULA, 1984), Páramos en la memoria (Mérida, AEM, 1994), Persistencia (Caracas, Ediciones Contexto, Pen Club, 1997), Mantras y ofrendas (Mérida, ULA, 1998), Oficio de poeta (Mérida, ULA, 1999) y Álbum de Fraternidades (Mérida, 2000). En el ámbito del ensayo ha publicado: De Vallejo a Vallejo en la Ventana: Aproximación crítica a la obra poética de César Vallejo (Mérida, ULA, 1980) y Rafael Cadenas: vida y poesía (Maracaibo, LUZ, 1983). Sus ensayos, artículos y poemas han sido publicados en revistas literarias del país y del extranjero.


Por una calle oscura calle sin comienzo

quiero llegar al lago.

Descalzo,

sin memoria de mundo.

Tardaré muchas horas,

me alzarán torpes piedras

y en un minuto brusco

-cuando marullo y puño se confundan-

me sentiré sin piel, acometido.



Lúcida la muerte,

veloz la muerte como el agua.



Alba codiciada lentamente por los ojos muertos

desde siempre.



Desde un tiempo que no se memoriza

por divino y sediento

vengo acumulando

las palabras propicias

que destruyan mi muerte.



En vuestros ojos cabe

el río su muchedumbre de aves y raíces.



Y en las colinas

el amor

las casas

y las hierbas.



Yo la rosa

esclava de vientos y ciudades

sin corazón duro que la someta

sin luces para andar por los espacios

sola rosa sin aires

ni colores

como espuma

ya está en sus labios matiz arcángel de la

muerte.



A veces morirás

y será el comienzo de muchas muertes innecesarias.



Tus voces

-moradoras en todo-

abrirán sus puertas al silencio.



Y estarás mucho tiempo

contristado

calculando el peso de tus muertes.





abarcas el silencio

y volteas

consumido en polvo

con la boca tendida

a la impotencia.



Mi gruta

deja sin voz los pájaros

que por falta de campo para el vuelo

se estrellan en mi boca.



Y mientras

los pájaros erran

mi soledad cruje.

Mas el silencio

siempre inmensifica

todos los territorios de la muerte.



Parto de ti

y tú eliges el curso

tal es la luz

que nace

y crece

de tu cuerpo

tal es la boca única

que origina la vida.



Esta tarde

con estas claridades.

Al fondo los manzanos enfermos

y el viejo auto azul abandonado.

Miro

y siento

que nunca más habré

de recordarme

de mi origen

ni de las caminatas

por aquellas calles de Mérida

justo allí estalla mi muerte

y me esparzo feliz entre los pájaros.

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